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76

SUCASUCA MALLCU

se

hallaba\

crec.ido número de indiada. que

estaba con

.mucha

bulla

de gritos. tambores

y

cornetas. por

lo

que mandé hacer

alto a la

·columna

y

pasé

hacia el

paraje. que

estaría una le–

gua distante. en

donde

se conoció. que aunque

los

indios no

eran en

mucho

número. se

habían colocado

en una

situación

ventajosa

y

la más

particular.

que

se puede considerar; pues

_

el

cerrito era

elevado cerca

de media

legua. sin

conocérsele

casi camino.

surtido de inmensidad de piedras.

y

según sus

muestras

y las

tradiciones.

había

sido fortaleza en tiempo de

la gentilidad.

de que permanecen en su vértice o cima

varias:

' paredes o atrincheramientos.

como

se

vió

después: no tenía

más que

una

subida

precisa.

estr~cha

y

pendiente; porque

lo

demás .

de su

circunferencia

termina en

la Laguna

con

formi–

dables

precipicios.

Examinado así el

terreno. envié

a

buscar

hasta

unos

ochenta

veteranos.

y

con

algunos voluntarios.

que

se

lag.regaron.

se

atacó el

cerro

con la mayor

viveza

a

fuerza

de luego

de

lusíl: y

reconocjmos

que

apenas

había

ochenta

personas

ent1e hombres

y

mujeres. que se defendían

y nos

ofen–

día.n

valerosamente y

no

obstante

que en otras

ocasiones

ha–

bíamos visto a éstas pelear con

ardor.

nos causó admiración

en

ésta.

de modo

que

si su

causa

tuviere justicia.

merecería

el

nombre

más qJorioso."

Estos términos figul'an en la úWma parte de

la página 137, y siguen a la vuelta. Saluden todas

las madres americanas a las manos caballerescas

que comp,usieron tan ínclito y desparramado haz

de flores en su honor, y nosotros callemos como

enmudecen los hombres buenos cuando relumbra

la Verdad ,

rara vix

en su vida.

En es te combate con vavones y hembras ai–

maráes, el ejército español recibía en calidad de

vuelto a sqs balas pedradas, en comienzos .del año

1782, y pleno desarrollo de la expedición de Oma–

suyos

y

Larecaja, después del desastre del Liber–

tador Tupakj Katari. Escuchemqs otra vez la in–

callable voz de la justicia: el brigadier Sebastián

de Segurola, ha paseado su triunfo por los parti–

dos de las actuales provincias de Larecaja, Muñe-