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SUCASUCA MALLCU
políticos ·insignes, en un noventa por ciento,
no
han ostentado diplomas de ninguna clase.
De alú proviene lo más que podemQS ceder,
ante fanta objeción que hemos recogido,
en las
prédicas previas a la gestación de esta obra,
y
es
que, por lo tocante a Tupakj Katrai, convendría
afirmar lo siguien
te:-
El' Libertador
aima.ráfué un estadista malo–
grado de ideales g
enerososy
magnos que no supo
realizar rü medianamente.
r ueslra convicción , en este respecto, se afian–
za todavia más con la circunstancia de que fuimos
formados por entero en una Universidad bolivia–
na, que Lrabaj. ! a en el plano del positivismo tipo
siglo XIX,
y
que
so1~10s
sinceramente agradecidos
a todos los que fuct'on nuestros ma es tros.
1\ las, el inspirado lliberalismo de Julián Apasa,
seduce a nuestra alma, hasta por su ingenuidad
sangrienta. Nada más desolante gue un político in–
genuo, pero , cuando ese político termina bajo la
obra que qu iso alzar
c~Hno
ejemp lo de liberación;
de redenciones populares, sin haber negado a la
Divi nidatl y después de haber mantenido con ter–
nura un si lencioso afec to ardiente a su tierra na–
tiva, entonces el f racaso no es
s uyo;
queremos de–
cir, que la rota no es imputable, ni como cargo
judicial ni como compasión, a ese hombre sólo.
Por e to decimos que Tupakj Katari, acaso si vino
al nor te de Bolivia a iluminar un camino que toda–
vía no es taba trazado .
Si fué así, por lo menos nos ofrece hoy, al de–
rrmnbarse nacionalidades imprevísoras,
con he–
roí smos o níediante la ent,rega de s& soberanía a
base de repugnan tes pactos de adhesión pseudoex–
pontánea a l nuevo orden europeo, el campanero Y