Previous Page  78 / 216 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 78 / 216 Next Page
Page Background

/'

.

74

SUCASUCA

MALLCU

sea evidente que defendía también su vida, no es

menos verdadero que deseaba concluir son las

amenazas revoluciona,rias a horca

y

cuchillo

y

des–

cuartizamiento,

á

fin de poder llevar su persona,

' bien empaquetada, al disfrute del oro

y

plata,

acumulados en las colonias bolivianas, bajo el

cielo natal. ¿Quién de los dos era, pues, más al–

truista, si de ambas conductas, valientes la ,una

y

la otra, hemos de s'acar conclusiones en provecho

de la dignificación ascendiente de la especie hu–

mana?

La respuesta a estos interrogantes es desfa-

vorable al europeo.

,

Pero no queremos anonadar al vencedor de

Tupakj Katari con sus propios laureles, en un tar–

dío ímpetu de glorificación del vencido, acompa–

lñado del esfuerzo emotivo de vengar su memora–

ble martirio a costa de otra memoria histórica,

perpetuada en gran parte sólo porque 'integra el

recuerdo de varios siglos de evoluci-ón en más de

dos tercios de todo el Continente Americano. Fue–

ra de que sería, de conseguido, un anonadamien–

to que poco trabajo

y

gloria nos diese, ){ malogra–

ríamos la intención que tenemos de obtener un

homepaje de la bolivianidad viviente . para uno

de sus más humildes prohombres ·de las campa–

ñas a favor de la democracia práctica, sin intere–

sarnos el origen de sus verdugos

y

opresores.

Y en

~ste

sentido, queremos hacer d.emosira–

ciones visibles de que esa nuestra voluntad es real

y

verdadera. Y tales cualidades se verifican cuan–

do leemos

y

releemos los párrafos en que el ma–

r iscal de campo de los ejércitos de España, don

Sebastián de Segurola

y

Oliden, echa tierra sobre

sus prejuicios, que rechazamQS, relativos a la sil-