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SUCASUCA MALLCU

Par~

la raza y· la política, Julián o Tupakj no

fué, pues, ni inferior ni ordinario, pese a la sober–

bia triunfante de Segurola y sus donmilitones, co–

mo que tampoco son inferiores sus actuales des–

ceQdientes, españoles de los cortijos y otros pla–

nos de actividad agrícola, tan ignorantes y pobres

como los americanos plebeyos recién

rescatados

por la etapa civilizacionista que hacemos comen–

zar los criollos, al siglo y más de la

;eman~ipación

política. Y si echamos una carta a favor de

la

igualdad en favor de los actuales

~spañoles,

con

relación a otras parcialidades europeas del día, es

que en Europa hay naciones que por siglos han

mirado a Iberia como el boñiguero de dicho Con–

tinente, habiendo salido de este desprecio aque–

lla frase

qu~

cae de labios de todo europeo no

~s­

pañol y dice:

Europa termina en [@s Pirineos.

Una cosa que define con elocuencia la estatu–

ra moral, la acrisolada americanidad de don Ju–

lián Apasa, es aquella su orden por la cual en su–

fugacísima corte virreynal todo el mundo debía

expresarse en aimara. Sólo una conciencia de su

valer equivalente al

d~l

hombre español, pudo a–

nimarle a dar ese paso gubernativo. No había, en–

tonces, el

~omplejo

de

infer~oridad,

forjado ince–

santemente por los dominadores, llegado a extir–

par la respetuosa estimación del propio lenguaje;

por ello, Apasa, en la primera oportunidad goza

intensa, viril y americanamente al alcanzarle a su

fabla materna tan grandioso desagravio.· Oigamos

lo que dice el mismo cura Borda, otra vez, y con–

jeturemos cómo se hincharía el virrey

flamante

sometiendo a los dueños del cielo v la tierra, ele-

J.

ricastros mondos y lirondos, a su voluntad, cuan-

/'

do muy poco antes, ese mismo virrey, bajo el obs-