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24

' SUCASUCA

MALLCU

.

·\

rriás Katari, por lo que atañe al apellido. Fueron

los ancianos ·de su conlarca los que en parlamen–

to le aconsejaron adoptar otro nombre y apelli–

do, y es qe fijarse cómo estaban al día en noticias

que Julián Apflsa, adopta a un apellido de los nom–

brados, el uno jefe hacia el norte de Sicasica, y

el otro cabeza de revolució!il en la provincia de

Chay~nta,

hacia el sud, y firma desde entonces

como Tupakj Katari.

.

.

El defensor de la ciudad de La Paz, autor del

diario del sitio que dicha población sufrió por

obra de dón Julián, brigadier don Sebastián de

Segurola, nada aporta . al" mejor trl:lzado de la fi–

gura de su adversario americano, al decir que

Apasa era un¡ indio ordinario "del pueblo de Ayo–

ayo", poi·que dentr o del sistema colonial en la

América esquilmada por los peni,nsulares, salvan–

do simples desigualdades de etapa evolutiva, que

aparejan correla tiva diferencia de goce de confort,

de alimentación y algunas más exterioridades. los

españoles eran tan ordinarios como los, ''indio·s",

pues gen tes de pro, hombres de élite que no hayan

salido de España al sólo fin de hacer o recobrar

fort'uh a a cualquiera costa, constituyeron reducidas

excepciones. Por lo de¡nás, nosotros mismos no es-

. tamos en estas líneas para sos-tener lo contrario,

pues que Julián Apasa no admite, como miembro

de otra civilización y gente de distinta cultura; co–

mo hombre de la plebe americana, 'no admite ,ni

soporta la comparaei ón, por ejemplo,

c~n

Carlos

III, amo de su señoría ·el Bri¡:;ad ier

y

j efe de una

mon ar quía o país or ganizado, siglo apenas antes

de que su corresp011 dienle

s id cm a

racial llegue al

per icl ito o apogeo . Ni en tonces, ni hoy, ni nuuca,

los soldados de l as ¡·azas

(rne

cursaron ya el tra-