1
'
•
' 20
SUCASUCA
MALLCU
El reverendo padre Nicanor Aranzáes, que a
contar con una verdadera disciplina de trabajo
y
una cultura sistematizada de índole histórica, hu–
biese tenido hoy la palma del triunfo en sus ma–
nos, nos ofrece un dato escueto, pero al fin y
al
cabo uno más mientras que los otros memorialis–
tas no saben nada de la vida de Apasa; dice que
fué hijo éste de sacristán, monacillo a su vez
y ...
después... panadero.
La revelación no por brevísima es inútil. En
nuestro concepto vale, puesto que marca la segun–
da etapa de la vida profesional de don Julián, el
cual habrá sido como la mayor parte de los que
despavesan y ayudan a celebrar mis!:} en las igle–
sias, sacristán dura te su adolescencia y algo de
, su primera jl!lventu..d, y sino permaneció en el ofi–
cio por algo sería. Se nos parece que fué porque
en u interio_r s operaría algún cambio radical
con el que habrá podido concurrir el permanente
estarse a la zaga del cura, en una si bien útil ob–
servación muy poco halagadora para su · natural
brío de hombre activo y sanguíneo.
Por otra parte, no hay duda que nadie puede
realizar mejor una hazaña histórica y política,
desde una sacristía que desde una tahona. El am–
biente de la sacristanía es más reducido, en cuan–
to a relacionar a los que de ella viven se refiere.
La gente llega al curato o al templo siempre con
ademán r eligioso, mojigateces o cruda hipocresía;
de todos modos, el sacristán no ve claro ni oye
verdades entre musitar latines, contar los reales
de la paga al cura y a él miSJ;UO.
En cambio el tahonero 'vive en actividad y
se pone en mayor contacto libre con las mujeres
del pueblo. El
h0rn0
ti ene a su lado los recintos