ZACARIAS MONJE ORTIZ
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pérboles
y
glorificaciones de tipo totalitario, pre–
tenden convencerse de que lo de haber poseído
tierras americanas fué empresá de sacrificios tan
heroicos
y
filantrópicos que, en cuentas claras, es
de exigirle a la' dictadura del joven Caudillo se re–
suelva a repetir el lance. Está bien entendido ·pa–
ra tales españoles, que un retorno, mejor el relan–
ce, no habrá de ser determinado sino por un cor–
dialísimo propósito: el de que las falan ges del nue–
vo Imperio planeado para el uso del señor general
Franco, se trasladen a las antiguas posesiones de
la monarquía extinguida, con el úni co, exclusivo
y
enternecedor objeto de que los indígenas
y
mes–
tizos de América exespañola, que aún no han ob–
tenido los· benefici()s de la civilización enropea, los
obtengan,
y
es ta vez también sea merced a espa–
ñoles, Jos cu
lesJ
de refilón, nc"esit n con s:_:;na ur–
gencia una sola cosa, por h acer , en tre los ameri–
canos ya civilizados,
y
es
l ~
de que és tos r ecobren
el buen modo de hab1ar el cas tellano, q ue ahora,
según los sabios p rtristas de Andalucí a, Galicia,
Yasconia, Cataluña
y
Valencia, para no abultar el
número de. las zonas de la conte1n poránea España
donde la unidad de idi oma es un a ma ravilla, an–
da que los oídos delicados de aragonés o gaditano
no lo r econocerían.
Es demás,
y
de toda demasía , decir que las
Lres carabelas zarp arán ya no del de Palos de Mo–
guer, sino del pne rto
y
aeropuerto de Dakar,
y
sin
la divisa cristi
a.na, más bi en con la cruz de brazos
iguales
y
las puntas dobladas por el Ej e.
De lo antedicho, el erguirse de Juli án Apasa
frente a los repr sentantes del.r ey pañol, es una
ac tit ud ind udablemen te históri ca, de resonancia
continent al pero que, ta ada por un ameri ca no,