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.ZACARIAS MONJE ORTIZ

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donde se bate la masa y se modela el pan,

y

du–

rante las labores se parla que es un contento

y

de variados temas, porque las comadres que

~cu­

den a la panadería

y

al horno son de diversas la–

yas y pertenecen a distintos sectores de la socie–

dad. No en tan amplio campo de intercambios de

ideas y sentimientos, como el mercado de abastos

y las boticás y el billar, en aquellos tiempos un

tahonero tenía pqsibilidad apreciable de saber de1

la vida, más que un apagavelas, en su mete y saca

de palas y el horneo rutinario. Los panaderos de

París es indudable que fue1¡on los mejores pun–

tales, al lado de los carniceros, de la revolución

liberal, igualitaria y fraterna.

,

Por obligación_ el sacristán ha de ser mesu–

rado. Y en tal cargo, Apasa lo más que aprovecha–

ría fuera el hacer un estudio detenido y tranquilo

del alma española teniendo por sujeto, de prime–

ra clase, a sn patrón, amén de otros indianos.

Es presumible que Apasa, contento de cono–

cer la vida y milagros de un cura o más de pue–

blo, del suyo, del de Sicasica, haya sentido la fal–

tá de mayores informaciones acerca de la vida de

su demás gente•. es decir, de la suya por raza

y

cuna, obtenibles en 4onde el español de su parte

no le· atisbase ni le interrumpiese. Y encontró en

la panadería lo que buscaba.

Prueba de estas co.ijjeturas aplicables al cam–

bio de oficio de don Julián Apasa, es la finalidad

a que él mismo se dejó conducir ·como nativo, fren–

te al

est~do

político de su país. Nadie en la vida,

de mozallón zampaostias se echa bruscamente a

conductor de multitudes; la parroquia del espa–

ñol en el Coloniaje puede que haya sido escuela o

universidad de glotonería, ocio y sexualismo des-