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ZACARIAS MONJE ORTIZ
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nos tcnnpoco oyesen m1sas, m se con eaasen. n1 menos
1esen a
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ración al Smo. Sacramento."
Como se ve, el re1ator quiere la ruina
total
del procesado Vi.rrey; cierra el ojo y por ello lo
muestra resuelto a sacrificar hasta a los caciques,
dignidades que sólo fueron para indígenas de al–
gún potencial; esta imputación ..digna de Caín o de
.un traidor, es un contrasentido del cura la Borda,
y de lo mismo adole,ce el que atribuya, al Vh:rey
nativo, sentimientos contr
los sacerdotes, contra
la respetabilidad de las iglesias
y
contra el culto a
la sagrada Eucaristí•a.
Excepcionalmente los caciques pudieron ha–
berse puesto al lado de Corregido es, a quienes, en
casos de
transtorno~
parecidos,
acompañaban
criollos, mestizos
y
contados nativos de pura san–
gre por razones d
orden doméstico o de impues–
to servicio. Nin-gún caudillo revoluoi<mario, ame–
ricano, habrá cometido el error que el cura de Ti–
quina atribuye a Tupakj Katari, menos, mucho
menos éste, que infundía a su revolución un sen–
tido Ináxil;no de autoctonismo emocionado.
No seria necesario insistir en rectificarle
al
señor Párroco, pero éste ha tratado, con .crueldad,
de transgredir su obligación del respefo a la ver–
dad, y por ello la Historia ha de aplicarle la mayor
sanción que es reque i.ble
al
efecto, si utiliza para
ello las propias afirm.aciones del falso testigo. A
eso vamos:
·
El cura Matías de la Borda, pa. ó a Copacaba–
na en pos de quietud y descanso; desde su conven–
to dice que vió degollinas de españoles y otros he–
chos. "Así estábamos los religiosos
padeciendo,
cuando se apareció un propio, remitiqo por Tu–
pakj Katari desde el Alto y cerco de La Paz, diri-