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ZACARIAS MONJE ORTIZ
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Abajo, Yungas, Sica:sica
y
partes de Inquisivi
y
Pacaj es.
Desangramiento de
h1.ásde dos años, despue–
ble, pérdida de siembras
y
cosechas
y
r uina de
ciudad
y
aldeas, esto, todo esto es lo qu e sigue co..:
mo duelo después del' marti.tio de Tupal·j Katari.
La revolución aquella no puede, pues, ser cubier–
ta, tan desaprensiva como irresponsahlemeqte, con
el veló de un simple al.zamiento. Fué un fenómeno
político, económico
y
sociaJ, que ha comportado
al retrazo de la progresiva evolueión de una de las .
principaJes capi tales sudamericanas
y
muchísimos
años de desgracia colectiva _para los-regn.ícolas de \
la zona influenciada por La Pa.z. No fué, pues, una
cosa de
indios,
ptQ a y simple, que se fuabrá arre–
glado por la vía del látigo
y
del cepo de campa–
ña,
ó
de algtmo que otro fusilamiento.
Es necesario, antes de dar fin a .este esbozo
histórico biográfico de Julián Apasa,
·y
a la rela–
ción criticada de la defensa de la repetida ciudad
1
de La Paz, aportar nuevas razones, de las muchas
que invocaron: Joseph Tupakj Amaru, Tomás Ka–
tari, Tupakj Katari
y
Andrés Tupakj Amaru, la.s
cuatro serpientes que acaudillaron cerca de ciento
cincuenta mil revolucionados.
La Mita, o sea el sistema de trabajo forzado
impttes to a la raza indígena de Bolivia, sin retribu–
ción alguna, era un servicio anual como el de la
conscripción militar. Solamente
á.
la ciudad de Po–
tosí debían pt·esentarse cinco mil hombres; a esto
añádase las minas de plata
y
cobre de Corocoro
y Berenguela, en Pacajes,
y
Cailloma, de La Paz;
San José
y
otros puntos de Oruro ; m inas de P la–
ta
y
-p lomo en Sud Chichas, Parco, Aull agas, Ocurí,
Chocaya, Colquechaca; los lavaderos de Oro en