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SUCASUCA
MALLCU
te héroe se iluminó, en los segl\fldos iniciales del
primer minuto de su atroz su-plicio,
y
al despren–
derse su esencia divina, inmortal,
sólo por
tres
días, di cen, hubo de cruzar las tinieblas aciagas;
conquista lograda que implica abi:eviación de tor–
m entos por gracia del martirio aceptado en aras
de un puro ideal que, a la larga, benefició a gran-
des masas de humanos tirañizados.
·
Cada pier na
y
cada br azo ·fu <' atado
fuert e–
mente a los r emos
traseros de un caballo brioso.
En total, cuatro caballos, que a una sola señal
y
un mismo tiempo fueron espautados
y
dirigidos
en cua tro 'rumbos distintos, ele modo que el cuer–
po vivi'ente, poseído aún por su d uel
)o, se desga-
. rró en
brevísü~
o instante d
opuesta
tensi.óndo–
ble, an te la espeotaci'ón de
mi l la ~·es
de asombra–
dos opresore
y
optimiGlos. J untos los caballos otra
vez enr la pla,za, la mu til ació1 , ton linuó, pues un
h achazo degolló al cadáver d spedazado. Nuevo
despoj o, a la bíblica manera, fué el trofeo simbóli–
co que a La Paz, Salomé espaíiola de América, se
le remitió en p remio a su danza heroica frente al
Illimani.
.
'
La autonomía americana E>s tá op tada . De ma
nera que Tupakj Ka tari no debe ser per tu rbado en
su glori oso descá nso pa ra hacer de su nombre un
símbolo de negociado político, ocasional
;y
profa–
nador . Aquí, en el curso de las an tecedentes pági–
nas
y
en las de más
adelante, pr ocuramos.
que
nuestro musi tado elogio
y
el rela to en sí mismo no
sean ruido ni sonido que a turda al m uer to pr ocer
ni beneficie a n inguna tendencia ansi osa- del po–
d·er públi co. No tenemos tiempn par a es ta segund a
clase de propósitos. Y, además, Tupak j Ka tari es
para nosotros una indi\'idua lidad que desagr avia-