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1'78

SUCASUCA

MALLCU

te héroe se iluminó, en los segl\fldos iniciales del

primer minuto de su atroz su-plicio,

y

al despren–

derse su esencia divina, inmortal,

sólo por

tres

días, di cen, hubo de cruzar las tinieblas aciagas;

conquista lograda que implica abi:eviación de tor–

m entos por gracia del martirio aceptado en aras

de un puro ideal que, a la larga, benefició a gran-

des masas de humanos tirañizados.

·

Cada pier na

y

cada br azo ·fu <' atado

fuert e–

mente a los r emos

traseros de un caballo brioso.

En total, cuatro caballos, que a una sola señal

y

un mismo tiempo fueron espautados

y

dirigidos

en cua tro 'rumbos distintos, ele modo que el cuer–

po vivi'ente, poseído aún por su d uel

)o, se de

sga-

. rró en

brevísü~

o instante d

opuesta

tensi.ón

do–

ble, an te la espeotaci'ón de

mi l la ~·es

de asom

bra–

dos opresore

y

optimiGlos. J untos los caballos otra

vez enr la pla,za, la mu til ació1 , ton linuó, pues un

h achazo degolló al cadáver d spedazado. Nuevo

despoj o, a la bíblica manera, fué el trofeo simbóli–

co que a La Paz, Salomé espaíiola de América, se

le remitió en p remio a su danza heroica frente al

Illimani.

.

'

La autonomía americana E>s tá op tada . De ma

nera que Tupakj Ka tari no debe ser per tu rbado en

su glori oso descá nso pa ra hacer de su nombre un

símbolo de negociado político, ocasional

;y

profa–

nador . Aquí, en el curso de las an tecedentes pági–

nas

y

en las de más

adelante, pr ocuramos.

que

nuestro musi tado elogio

y

el rela to en sí mismo no

sean ruido ni sonido que a turda al m uer to pr ocer

ni beneficie a n inguna tendencia ansi osa- del po–

d·er públi co. No tenemos tiempn par a es ta segund a

clase de propósitos. Y, además, Tupak j Ka tari es

para nosotros una indi\'idua lidad que desagr avia-