ZACARIAS MONJE ORTIZ
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las charlas, en tas cuales Katari expuso con ser e–
nidad
y
limpid"ez de conceptos, a su intérp1·ete, las
razones de su cond ucta. No se rP.tractó. Hizo lo po–
sible porque s us vencedores no lo conceptuasen
un criminal, por lo que conservó, aun en el cepo,
una presencia de ánimo que dignificaba mucho su
f.ama d e 9irigen te.
El crioll o Francisco Tadeo Diez d e Med in a,
abogado d e L a Paz, titulado en L im a, ins tru. ·ó el
s umario y sus conclusiones <>irvieron de sen tencia.
~especto
de ella, el padre N icanor Aranzáes, pági–
na 257, o])l·a ci tada, di ce : "Su sentencia fué inhu–
nlana y cruel..."
Tifón, de Jmés de reducir a la impotencia a
O iris lo descuaTtizó, di tribnyenrlo por fracciones
el cadáver d el Elegidp/ I is, la esposa del mártir,
buscó
y
recogió estos pedazos
y
reconstitu:ó el
cuerpo d su esposo
y
·eñoi·. En la América del
Sud, es ta insigne alegoda e.x i te de de la más re–
mo ta ed a d y puede er iden tificada a la vera de
mucha montaña andina , como la de Bolivia.
En la parábola figura siempre
ella
como el con–
movedor per ·onaje que. llora in lágrimas la mue r–
te a traic ión d el iluminado hombre solar acompa–
ñada de sól i.m per onaje, fiel amigo y con ejero.
- ·ue. tra actitud
ft-e.nte a.\ final del j efe Tupakj
Knt ari. que el lector puede con facilidades y sin
pdigr) de mnch s punto de err
1·,
prever, e , in
emb~u·go.
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1ebajo de un cquiparamiento del
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ro adalid ayoayeño al per onaje prototí –
pic del hombre ublimizado por la capacidad e -
pi ritual
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grada en la paz y el , ilencio de los