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SUCASUCA
MALLCU
Túpakj Katari, que se empeñó por presentarle una
densa muchedumbre de resueltos atacantes aima ·
ráes.
Pero Reseguin no se dejó meter en la trampa,
y
obligó a Quispe y MuyupuraGa a torcer camino
más al norte de Eucaliptus, punto en que abando–
naron la ruta a Oruro y siguieron hacia el levan–
te, a toda y forzada marcha, cruzando las hermo–
sas pampas de Ttaxara y Saya y Kjajsata, hasta
tomar posiciones en las alturas rle Yaco, que ha–
cia el n.orte miran al gran valle de Araca. Rese–
guin, sin cuidarse del grueso del ejército revolu–
cionario, que pudo haberlo seguido a su...vez y, des–
graciadame te para la independización de los
ameri~anos
J;l.O
o<'!UTl'ió así, contramarchó muy ve–
loz pero ttn seguimiento de Quispe y Muyupuraca,
hasta batirlos
y
destrujr esa fnerza destinada a
la
captura de Oruro,
y
también hasta all'rasar el pue–
blo mismo de Yaco, que pasó a la Historia como
·plaza ilustre al lado de una hermana suya, Sora–
ta, ambas víctimas de la guerra, por la dignifica–
ción de los Jwmbres americanos.
El 15 de octubre, ._José Rcseguin chocó, de re–
greso, cerca de La Paz, con el velo del grueso de
la
milicia revolucionaria y lo derrotó. Capturó la
ciudad, y a Katari derrotado, como serpiente he–
rida, no le tocó otra cosa que reptar cavilante
y
subrepticiamente por las serranías de Vilaque,
hasta el recodo bello
y
sombrío que los coloniales
llamaron de Las Peñas y la República lo nombra
sólo Peñas.
Ciento sesenta días de angustias
y
miedos, cla–
maron venganza, de parte de los sitiados; persi–
guieron a Tupakj l<.atari, todavía después del ren–
dirse de su colaborador el Mozo inca bajo perua-