ZACARIAS MONJE ·oRTIZ
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Cuando Bonifacio Chuquimarnani, o por otro
nombre Manuel Clavija (r-evolucionario), fué col–
gado por el cuello en la
hor~a,
Julián Apasa quedó
prácticamente notificado con el destino
judicial
que le esperaba corno a vencido. P or esto y por la
silenciosa eliminación de su Virreyna, aún después
de la
~ntrada
de Reseguin en La Paz, él no soltó las
armas
y_
con~inuó
la agitación
y
la resistencia po–
lítica contra los delegados de la
m~n.arquía
venin–
sular. Así como supo vencer varias veces y cogió
en un puño a la capital de la dilatada provincia
de La Paz, ya probó el peso de una derrota y más,
como aquella que le infirió el comandante Igna–
cio Flores, en las pampas de Calamarca,
donde
perdió hasta el caballo
y
hubo de fugar hacia la
cordillera de Ananta, que domina el valle de Sa–
pahaqui, a pié. A pe-sar de todo ello, Tupakj Kata–
ri presentó su último juego a la vista de un nuevo
auxilio en favor de La Paz, y deslacó fuerzas
al
mando de dos subalternos suyos: Diego Quispe
y
Juan de Dios Muyupuraca, con la m·isión de que
en cuanto hubiese pasado Reseguín por Sicasica,
ellos fuéranse a tomar la plaza ·de Oruro. La tác–
tica era excelente. Sicasica es medio camino entre
La Paz
y
Ortn·o,
y
Katari estaba bien
al pensar
que mientras Resegnin hubiese tenido que aceptar–
l e combate, sea otra vez en Calamarca
o en La
Ventilla, próximos lugares a su cuartel
general
d el Alto, Quispe y Muyupuraca, con mayores po–
sib ilidades de hacer veinticinco leguas en menor
ti empo que los españoles auxiliares, era
seguro
que entraban victoriosos a la viJla del protomártir
Pagador, hecho que colocaría entre dos fuegos a
Reseguin y sin una retirada que pudie e poner a
alvo los restos de su tropa, batida a su vez por