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ZACARIAS MONJE ORTIZ

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ron detrás del abanderado habl ar·on de negociar

directamente la paz, a cambio de que ambos ban–

dos depusiesen las armas y las quemasen de co–

_mún acuerdo. La respuesta fué brusca y cortante,

,

en sentido negativo, después de que los peninsula–

res hicieron a los emisarios una r·ev ista de las con–

secuencias de aquella guerra. A Pampjasi llegó la

segunda excusa. El h ombre en

::~quella

jornada es–

taba posiblemente r esuelto a todo, por· eso es que

su segunda embajala fué a

conven~ar·

d el negocio

de una paz, sin siquiera referirse y;:¡ a la libertad

de doña Bartolina la Virreyna, ni mencionar a clon

Julián su marido.

Este reiterado fracaso de las negociaciones en–

contró preparado al Virrey. Tort1.a nuevo consejo

de sus segundos, enh·e los cua les acaso si encon–

trl) a faltar al irremplazable tuerto Pedro Obaya,

que solía infundirle agilidad m ent a l y res istencias

morales raras. Del conciliábulo nació la idea de

que se enviase una tercera comisión con banderi–

ta blanca, que en efecto fu é adve r·tida po1· los s i–

tiados a las cuatro de la tarcl e del mi smo

10

de

julio. Esta vez la negociación .era formulada por

carta, en la cHal el revolucionar·io daba ya por co–

nocida la respuesta de Ignacio Fl ores, a las ges–

tiones que se le había comunicado el día an te–

rior sobr·e la liberación ele doña Bar tolina v el tt·a–

tado de paz. Y como la carta supnnía, as"imísmo,

consen tida la proposición,

1

el ejército revol ucio–

nario fijaba el .sitio donde

se amontonaría

las

armas de las tropas en guerra

y

a

qué hora se las

inutilizada t>el!ando así una paz duradera.

Por debajo de la anogancia

y

rle la dictación

aparente de lo que había que hacer.

S~'

encu c ntr·a

que el pobre don Julián i\pasa, se confiesa cogido