142
SUCASUCA
MALLCU
jar que emisarios ni ocho cuartos
~e
lo mismo se
acercasen ni a mirar con detención la cara de
la
plagiante personalidad, asunto concluido. Pero
sólo en el ex tremo caso que la escena relatada, en
cuanto a la exhibición , como .cebo de la trampa,
de la Vi_rreyna, fuese falsa y urdida por el señor
Brigadier, pudiera ser creíbl e que ella rindió-pa–
ri as u la muer te, en el suplido, el 2 de abril de
1.781.
Muy bien, muy bien; ya sea qHe la Yirreyna
haya muerto o que estuvo con vida y presa en
la
ciudad cercada : Se advierte que Kntari, a este res–
pecto, la suponía viva, o si supo que se la mataron,
pretendió con reiterados esfuerzos obtener confir–
maciones de parte de sus propiios verdugos. Y amo–
rriado
y
ans'ioso, se entregq a negociar la libertad
de ella, en esta forma detallada:
El dí a
8
de juli_o, a poco después de que se le
ocurrió tan oportunamen te la de tender celada al
cura don Vicente Rojas, capellán militar · en La
Paz,
y
una vez en sus manos el cautivo, mandó
proponer al español que haría canie de Rojas con
doña Bartolina, y su proposición no tuvo éxi to.
No se descorazonó don Jnlián Apasa. Sí... Es
mejor en este trance tan íntimo para él, llamarle
como a simple mor tal, como a cualquier ciudada–
no de la república, y no de su noh1bre olimpico.
¿Podía descorazonarse con un fra r,aso el varón
que no cedía ante ningún ¡:leligro
p9.rarealizar ac–
tos que no eran atañederos a su absoluta vida pri–
vada? Claro es que no, aunque será, por otra par–
te, bien cierto que ese corazón se achicaba bajo
el presentimiento de que don Julián nunca más
presidiría la Corte, gozoso de presf'nciar cómo
los
cortesanos y los clérigos españoles; los guerreros