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SUCASUCA

MALLCU

jar que emisarios ni ocho cuartos

~e

lo mismo se

acercasen ni a mirar con detención la cara de

la

plagiante personalidad, asunto concluido. Pero

sólo en el ex tremo caso que la escena relatada, en

cuanto a la exhibición , como .cebo de la trampa,

de la Vi_rreyna, fuese falsa y urdida por el señor

Brigadier, pudiera ser creíbl e que ella rindió-pa–

ri as u la muer te, en el suplido, el 2 de abril de

1.781.

Muy bien, muy bien; ya sea qHe la Yirreyna

haya muerto o que estuvo con vida y presa en

la

ciudad cercada : Se advierte que Kntari, a este res–

pecto, la suponía viva, o si supo que se la mataron,

pretendió con reiterados esfuerzos obtener confir–

maciones de parte de sus propiios verdugos. Y amo–

rriado

y

ans'ioso, se entregq a negociar la libertad

de ella, en esta forma detallada:

El dí a

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de juli_o, a poco después de que se le

ocurrió tan oportunamen te la de tender celada al

cura don Vicente Rojas, capellán militar · en La

Paz,

y

una vez en sus manos el cautivo, mandó

proponer al español que haría canie de Rojas con

doña Bartolina, y su proposición no tuvo éxi to.

No se descorazonó don Jnlián Apasa. Sí... Es

mejor en este trance tan íntimo para él, llamarle

como a simple mor tal, como a cualquier ciudada–

no de la república, y no de su noh1bre olimpico.

¿Podía descorazonarse con un fra r,aso el varón

que no cedía ante ningún ¡:leligro

p9.ra

realizar ac–

tos que no eran atañederos a su absoluta vida pri–

vada? Claro es que no, aunque será, por otra par–

te, bien cierto que ese corazón se achicaba bajo

el presentimiento de que don Julián nunca más

presidiría la Corte, gozoso de presf'nciar cómo

los

cortesanos y los clérigos españoles; los guerreros