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ZACARIAS MONJE ORTIZ

14~

chapetones, criollos

y

mestizos, que es taban en su

ejército

y

cuar tel gen eral, doblaban rodilla

a su

paso...

Ansia de verla

y

oirla relatar cómo

f~é

que

se operó la traición de aquellos prisioneros, que

la en tregaron en demanda

"de perdón" de

los

peninsulares, que a él acababan de vencerlo en el

Sur viniendo ue Ortu·o. Ansia de

~fianzar

lo que

le restaba de vida en el eco de s u voz'.

;' en .la

a un

mismo ti empo magnética mirada de

pa.ka

y

de

kgokgo ta

(1)

arrulante. Ansia propia d

e Juliá

n

y

no

de Katari; ansia que vence a la mentalidad

re–

suelta del guerrero

y

con su triunfo decreta la de–

rrota del mismo. El deseo vehemente, la pasión

acicateada por el qautiverio de su mujer, no pudo

ser estímulo, tónico ni aguijón par a el estadista.

Se volvió en motivo de trampa que el español no

alcanzó a beneficiar,; convirtióse en el atm·didor

sumbido qne no le dejó pensar en lo principal de

su empresa.

· Desde que conoci ó su desgracia Tupakj Kata–

ri, se puede decir sin reti cencias, ahdicó. ¿A favor

de q ui én? Aunque sea del viento pámpido o del

tornad o de las montañas, no importa. El caso es

que sólo exteriormente era Virrey.

1

Hemos in terrumpid o es ta especie de autopsia

p siq ui ea que hacemos en la sombra egt·egia de

aquel ame ri cano -valiente. Subimos varias cuestas

y

vemos la alta llanada de Pampjasi, que luce a l–

gunos manchon es de cebada

quPm:Hla

por los cier–

z os de_este junio cercano a l sols ti cio de invierno.

(1)

Kgokqota. especie de torcaza americana.-

N. del A.