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SUCASUCA MALLCU
urde intriguillas de costurera para triunfar en pe–
lea de hombres.
Digan lo que digan de esta fecha d¡el Sitio de La
Paz, Segurola y todos los blanquillos, nadie
les
quita lo bailado a los sitiadores, y jamás se borra–
rá de nqestra memoria el gesto respetable, en su
candidez precisamente; modo que es y lo recibi–
mos como flor arrojada a los pies de las actua–
les mujeres de América por su adh<>sión apasiona–
da a la eterna libertad del Continente, tantas ve–
ces perdida y otras tantas rescatada, por encjma
de muchos espantos, a costa de los sacrificios más
íntimos y poderosos de nuestros Libertadores.
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Viene por acá a presentarse an1e n uestrá con–
sideración, el cómo y en cuánto habrá: conseguido
que pierda tesón el jefe sucasuca en la demanda,
la llaga de su fracaso subj etivo Desde luego, será
conjeturable
qu~
la prisión de la Virr·cvna era pa–
ra él un problema de emotividad priv da, que fué
ligáBdose al desmedro de su decoro
y
ra11go de
hombre responsable de una
~ran
empresa. Los es–
pañoles, pues to el caso dentro de una fría reali–
dad política, acertaron y se ayudaron mucho por
medio del triste expediente que emplearon contra
l a causa de los
ay~aráes.
La Virreyna, por otra
p arte, presa, significaba a más de la lesión cordial
que habrá causado
padecijllientos·
al.
Jefe,
una
ofensa a toda la hueste de los sitiadm:es; agravio
que, cuanto más tardase en ser lavado máS hería
la moral de los revolucionarios: He ahí cómo un
episodio, de felonía, personalísimo,
que toca
a