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SUCASUCA MALLCU
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en su cerebro lo descubre y entrega desarmado a
sus observadores, los cuales, si bien logran mirar
afuera lo que llevaba tan herméticp.mehte su ob–
servado, tienen en contra al mismo alcohól que,
al actuar en la sensibilida9 y en la mente del ay–
mará, facilitará, 'es cierto, un parteo socrático, pe–
ro el feto es imperfecto, ilegítimo, y no llega a
constituir documento fehaciente de la personali–
·dad human a, respectiva, desnudada en esa forma
y Inanera.
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Tupakj Katari, se traicionó por el alcohol mu–
chas veces, durante su campaña liberadora. El
alcohól es la maldición de todos .los jefes milita-
. res del pasado hispanoamericano que hayan sufri–
do derrota, v es el fracaso de Jo<; conductores civi–
les de ese
~ ~·smo
p ·etérito. Katari, bebió más al
verse libre, soto,
al peso .de Ja vergüenza de su
pública ünpotencia para resca tar
a
su esposa. Es–
taba, pues, descubierlo el punto de la vuln.erabili–
dad de los altos
y
bien ganados prestigios del
Hé–
roe amer icano . Aciago talón aquilino que, es posi–
ble, haya definido de la suerte final del episodio
en conj unto, a favo r de Ja opresión, del desman–
de.
El cura La Bp rd a, q uiso
y
lo~ró
hacer que se
acepte su testimonio wbre la ferocidad de Tupakj
Katari, en el tribunal que iba juzgando de ante–
nl.ano la acusada ac titud del graP jefe sucasuca,
en La Paz. Pero al cargarle de un rosario de de–
litos contra el Derecho de Gentes, rudimentario en
la época, persiguió ese clérigo inquisidor de tipo
morboso, manchar en definitiva su recuerdo de mo–
do que las gepéraciones americanas subsiguientes
repudiasen el nombre
d~
Julián Apasa,
y
lo tira–
J:an a la centina del desprecio histórico. Y la ver-