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SUCASUCA
MALLCU
guerrero ·civilizado aunque
fuera oriundo de
un
país europeo, imperialista.
Segurola y sus coblanquillos, aún dentro de
la plaza 'cercada, actuaban como déspotas que no
debían mirar sino su ventaja, comprendida has–
ta la preferencia de que, si de morir se tratase,
el conqúistadoF debía pasar a la eternidad con el
vientre lleno,
y
el americano morir de doble muer–
te, la del hanibre y la de guerra.
Por otra parte, bien se ve que este diario de
Segurola, fué compuesto o siquiera retocado des–
pués de la guerra, ya que aLl
9
de julio de 1,781,
su autor, fuera de confesarse responsable ante la
posteridad de la suerte del mestizo y nativo que
habían permanecido junto a criollos y chapeto–
nes, encerrados en el sitio de La Paz, ...hace un in–
forme sohre el
total
de revolucionarios que había
mandado a ahorcar dentro de la cercada ciudad;
fueron, dice: (pág. 66,) "más de doscientos cin–
cuenta rebeldes, que en distintas ocasiones y sa–
lidas se apresaron, y resultaron por sus confe–
siones infieles espías e influidores a la rebelión."
Los revolucionarios no eran cdaturas de ama–
mantar. ¿O se habrá imaginado el e-spañol que só–
lo él debía tener quinta columna en el comando
mismo del enemigo, espías como el cura La Bor–
da, como el criollo Mm·illo,
y
como toda la cáfi–
la de clérigos, excepto el padre · Isidóro Escóbar,
que fué capellán fiel hasta el último momento del
señor Yirrey Tupakj Katari?
La "plebe" desamparada de Segurola, en ma–
teria de las etapas que venimos analizando, era
vengada en buena forma, ya que los sitiadores,
desde las zonas altas que recorrían todos los mo–
mentos que quisiesen, de sol a sol, miraban lo que