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SUCASUCA
MALLCU
junio, al Alto, donde se produjo el entrevero de
estilo,
y
las tropas de auxilio consiguieron acam–
par al borde mismo del Altiplano con vista a
la
ciudad incendiada, -demolida en sus contornos, con
sus templos de San Sebas tián y San Pedro des–
valijados
y
convertidos en cuarteles,
y
el Templo'
de las alegres Recogidas, incendiado (calle Recreo
o Avenida San ta Cruz, f rente al nuevo Club de
La Paz) por los revolucionados Las etapas se to–
nificaron para los sitiados, las gentes que no gue–
rreaban, por sí mismas, subi eron a ese Alto y re- ·
ci bi eron socorro y otras, de las mismas, ya no vol–
vieron a La Paz, escapando del sitio.
Ignacio Flores, ejecutó pues una comisión de
la Real Audiencia de Charcas de vital importan–
cia para los españoles, con fu erte contingente de
mestizos
y
criollos de Cochabamba, ante quienes
los sitiadores, en
1.111
comienzo de desmoralización
por la ruptura del asedio que les causaron a fue–
go de cañón
y
de fu silería los leales qe F lores, obli–
gados por és tos prendieron a la virreyna doña Bar–
tolina Sisa de Katari ,
y
a su fiel secretario, el vi–
vaz cholo paceño don J uan Hü10josa1 quien fué
el pri1nero en morir ahorcado en la Plaza de Ar–
mas de La Paz, deJan te de su ilustre arn a y se–
ñora cautiva. Luego veremos
las
consecuencias
del frangente.
F lores, desde el Alto hizo lo que pudo por
entregar los víveres y muni ciones que portara con
destino a sus congéneres si tiados . El árido
y
seco
campo de su vivaqueo lo acep tó sólo por cinco
días, al cabo de los cuales le fué preciso abando–
narlo en pos de sitios de pasto,
y
de agua para su
tropa,
y
abrevadero p ara s u caballada. Este replie–
gue, ' que obligó al auxiliador de los peninsulares