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ZAGARIAS MONJE QRTIZ

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gedia de su indefensión, en cuanto a bocas de

' fuego de fusilería, quedaba reducida en gran ma–

nera, por mucho que los fusiles hayan sido de

' chispa.

Desde luego es de considerar lo que - de pa–

sada-

ya hemos denotado

~trás:

la técnica mili–

tar, que para decirlo de una vez, tal com'o era con–

cebida en la época por los

~cadémicos

y estrate–

gos europeos, existía solamente en el lado de los

sitiados.

¿Alguien se há detenido a descomponer

la

clase de jefes y of;iciales que pasó r vista en La

Paz, durante el cerco de la misma?

Sobre los escuetos datos qu'e hay al respecto,

desde

1870,

y que es de todos modos preciso reu–

nir, ya que -contra el prejuicio del vulgo,-

la

Historia o la crítica de la Historia n0 se realizan

por adivinación o por capatidad simple de inspi–

ración sobrenatural; sobre tales

informes,

que

tampoco se hallan al alcance de la mano como

un diario o. un libro del día, se puede afirmar, con

razones de las cuales daremos idéa en páginas

de más adelante, que buena parte de .los vecinos

españoles de la localidad sjtiada ,eran jefes u ofi-

-eiales graduados en su país. Militares profesiona-,

les, pues. Los había unos que eran coroneles, otros

capitanes; los de allí alfereces y aquellos sargentos

mayores. La generalidad de esta clase de jefes

y

oficiales era de gente que había militado en las mi–

licias monárquicas de la Península, y de ella mu–

chos los que estaban en .la ventajosa categoría de

veteranos, es decir que conocían lo silboso de las

balas. Ahora bien, ' examinando lo neto del origen

de esa gente, se advierte una circunstancia suges–

tiva: numerosos de esos bigotes chapetones milita-

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