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SUCASUCA MALLCU
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Aquí, Segurola, pasa .revista de cuerpo y nos
da el parte de ta•bla: UHa compañía de granade–
rbs, cien, armados '·de fusiles; cuatro compañías
de infantes; dos íderp de infa9tes montados, y
cinco de caballeros sin. ca.ballo, l;tnc:eros. Una com–
pañía ·de menos de cuarenta n'egros y mulatos
li-
·bres; otra de costeños (¡cuando m>!), hombres que
IIamaríailws hoy chilenos o perua'nos; otra rle
voluntarios, integrada por mas gentes forasteras,
y
la última por los covachuelas.
' Es posible que La Paz, con los· refugiados co–
rocoreños, sicasiqueños y yungueños, haya con-
' ·tado con unos doscientos cihcuenta fusileros por ·
todo.
·
Supongamos aún que hubieron reunido los
criollos y
~sp añ,ol es,
en un razonable apuro de res–
guardat' las vidas en pe-ligro, desde que era muy
probable que entrando los revolucionarios, la ce–
guera del triunfo no les hÜhiese l11echo distinguir
cuáles •Cabezas eran de tiros y cuáles de troyanos;
que habrían Feunido trescientos o quienientos fu–
siles, para que .no pequemos · de tacaños.··¿Qué re-
·presentaban esas armas ante ochenta mil adver–
sarios acerca de cuya potencia de fuego no se po–
día haber tenido referencia segura?
Era, pues, como se decía a la sombra de los
mistoles y a la vera de las tuscales
d~
nuestro Cha–
co, entre hombres de línea, "un caso clavado".
Pet'O, esta consternadora inermidad, en el he–
cho, .de los defensores de La Paz, no constituyó _el
índice completo de inferioridad, el definitivo, que'
dijésemos.
'
Los patricios, mestizo y
blancos
del Choque–
yapu, encerrados en la urbe, contaban en su fa–
yor con circunstancias
y
capacidades que la 'tra-