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ZACARIAS MONJE ORTIZ
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Segurola, al verse r<ildeado en. La Paz con va–
rios jefes de su propia región, no. hay nada que ,
hacer, encontró qn apoyo morl'!l
qu~,
equivalía a
otras diez baterías tde pedreros; y nótese que ,aquí
computamos útiles en lo nÍilitar, o sea eq lo que
atañe a la conducción de tropas y al combate
mismo, a los vaseuenses profesionales en el arte,
y dejamos a un lado las centeqas de paisanos que
dicho Comandante contaba eníre la población es–
pañola y civil.
Si es bastante lo
di~ho
sobre lo compensati–
vó de la calidad de guerreros en lid, al lad.o de
Segurola, y respecto a la añadidura de lo confor–
tante que le salía a éste el paisanaje con numero–
sos de ellos,
ref~ rámonos
a otro aspecto del si·tio
de La Paz, en el que también los españoles halla-
ron compensación bastante.
r
·
Nos remitimos a que buena parte de ,los de–
fensores de La Paz, de los que lucían grado de je–
fe u oficial, eran de infantería, y nada menos que
de la infantería de Saboya. Cuidemos de tomar
al pié de la letra
~sto
de lo saboyano de las tro–
pas de a pie, que sostuvieron el sitio de referencia,
porque si bien en las filas del ejército imperial es–
pañol hubo inicialmente , una infantería que inte–
graban saboyanos, después del Césa r Carlos \ ' ,
y
de sus dos S.Ucesores, la tal arma, como es lógico'
dedücir, quedó con el nombre solamente, pero
nombre histórico
o.
tradicional, aunque en el ca–
so, la modalidad montañesa oe hacer la guerra,
esa peculiar esh·ategia en las maniobras
sobr~
se- ·
rranías, quedó para informar lo justificado que
era seguir r econociéndole la dcnoininación de esa
tropa. Y en una encañada como errtbudo horizon–
talmente visto, y frente a montoneras de comba-
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