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Añang y Tupang para legar a la hum.anidad las figuras imperecederas

de Ariel y

Caliba.n,

símbolos felices del impulso originario del bien y

de los instintos bajos y fecundadores del mal".

No faltará quién sostenga que nos hemos dejado sugestionar por

estos preciosos antecedentes. descuid·ando otros aspectos técnicos de

la arquitectura lingüística. Lejos estamos de suscitar semejantes pre–

venciones. ni se puede repetir aquí lo que ya está consignado en el

Vocabulario Comparado. Sólo hemos querido despojarnos de toda abe–

rración sistemática para captar una serie de proyecciones espiritua–

les donde se percibe. acaso, la fuerza vital de un mundo fantástico

que tiene muchos puntos de contacto con las culturas indoeuropeas.

Los gérmenes intuitivos y objetivos que aquí se acogen. no están,

por otra parte, divorciados de los elementos mágicos a que nos hemos

referido tantas veces. Y hasta aquellos que abrigan la sospecha o cer–

tidumbre que se produjeron migraciones o "visitas" asiáticas a la Amé–

rica precolombina, descubrirán conatos prodigiosos

y

enhebrados por

un éxtasis de luz en la propia fuente de los idiomas aborígenes.

Ello quiere decir. entonces, que no hacemos más que complemen–

tar esas investigaciones acumulando aquí antecedentes que, a nuestro

juicio, estan llamados a prestar algún servicio práctico al hombre de

estudio y al aficionado a estas disciplinas.

Además, la armonía y unidad de éspíritu de la raza guaraní con

los conocimientos culturales que tenemos acerca de algunos pueblos

del viejo mundo son tan palpables, que hasta permitieron a Biedma

encontrar en los principios de formación por palizadas concéntricas

(Pozo de lobo) de los guaraníes, la misma táctica de Julio César en

el famoso sitio de ,A·lexia, cuya construcción regularizó el mariscal

D'Asfeld (1).

,..

E

L desarrollo mental

y

físico de estos pueblos interesó también a

la historia, la literatura, la crítica, la filología, la sociología, la

botPrdca y la zoología de todos los ti empos, desde comienzos

del siglo XVI.

Sobre el guaraní se han escrito. más de 250 obras. Por Pedro Hen–

ríquez Ureña sabemos que después del grupo de lenguas caribes, la

que ha dado mayor número de palabras al español es el guaraní (2),

sienclo este idioma el que más ha contribuído también al conocimiento

científico de los animales

y

las plant:c-s de nuestro país.

Existen más de 700 nombres guaraníes "puros o adulterados" -se–

gún Lisandro Segovia- en los catálogos botánicos y zoológicos ar–

g"ntinos. Algunos . de ellos no tienen otra denominación en los inven–

tarios sudamericanos. La monografía más moderna es la de Eduardo

Latzina(3). Su ''Index"

ti~ne

el acierto de adoptar la clasificación acon–

sejarJa por Engler, seguido de los nombres vulgares más conocidos y

la ubicación del área geográfica de cada planta.

Desde el punto de vista político, su valor social y humano tuvo

nuevo sentido cuando América reasumió la responsabilidad de regir

sus propios destinos. como se desprende de los documentos suscriptos

(1) "Crónicas Militares'' (Contribución a la Preparación de lo•s Anales Militares

Argentinos) "Antecedentes históricos sobre la campaña contra los

indios".

Tomo L. Ministerio de Guerra. 1924.

(2) Op. cit.

.

~

(3) "Index de l.a Flora Dendrológh!.a Argentina" por Eduardo La'tzina. Comisióu,

Honoo-aria de Redu·.::ciones de Indios. Ministerio del Interior. Buenos Aires, 1935.

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