Table of Contents Table of Contents
Previous Page  54 / 432 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 54 / 432 Next Page
Page Background

les llamó en 1594 "alárabes sin casa ni heredades'"

(1).

Y sobre unos y

otros recayó la tremenda imputación de que comían carne humana.

La estatura era lo único que los distinguía, aunque procedían am–

bas razas del gran tronco

karaíve

según Lafone Quevedo o del "blo–

que étnico de los

chiriguanos,

los

toba!S

y

mocobíes

según Pablo Ca–

brera.

Los

lules

del Tucumán "eran muy altos de cuerpo" . Verdaderos

gigantes, torres forrnida bies de carne, exclama Guevara (2) empe–

ñado en llevar su existencia al tiempo del diluvio. Por que no ha de

referirse a otras tribus o razas, como las patagónicas, quién así habló

a más de un síglo del histórico encuentro de "los compañeros de Ro–

jas que volvían del río Paraná", con los "desvastadores escuadrones

Iules" de las proximidades de la actual ciudad de Santiago del E's–

tero (3).

Cuanto a los toriocotés, el padre Barzana, apóstol de eUos

y

au–

tor, como queda dicho del primer vocabulario, opina que

fueron

descendientes de los

mataraes

(Chaco Austral), de

matara,

palabra

peruana que. como sostiene Larsen, equivale al nombre ca.stellano de

espadaña "tan abundante en el país en que están los

matarás".

Por la f amosa carta de Barzana al padre Juan de Atienza, pro–

vincial de los Jesuitas del Perú, que el lector encontrará en las "Re–

laciones Geográficas de India s", apéndice N

9

3 con el título de "Carta

al P. Juan Sebastián", sabemos t ambién que la población de

Matará,

dond·e ya se enseñaba la doctrina cristiana. en lengua

tonocoté,

"tenía

8. 000 personas" cuando estaba situada en la ciudad de Concepción;

pero que "a causa de la invasión de los

abipones, mocobíes, tobas

y

calchaquíes,

en 1732, fué mudada a la jurisdicción de Santiago del

Estero, a 28

9

de latit ud y a 30 leguas de Santiago". Es en éste lugar,

don de el padre Juan Pastor, rector del Colegio del Estero, -recorda–

do por Techo- los encuent ra entregados a la embriaguez y las orgías.

*

*

*

P

JIRQUE. no se ha dicho todavía que los

lules•

y los

tonocotés

eran

muy aficionados a la música, el canto y el baile . Ninguna otra na.–

ción, como éstas que llegaron a formar una sóla entidad social ,

ciñó mejor los récios matices de su alma alegre y tropical en la danza

y el canto.

Hasta los niños eran músicos y cantores. La gran trama simbó–

lica de los bailes aborígenes tení a en los quíchuas, aymaraes y arau–

canos estructuras religiosas, agrícolas, guerreras o deportivas del más

bello y agudo contenido, como ha de comprobarse en el Vocabulario

Comparado. Pero la exaltación emotiva de los pueblos pastoriles y

felices, adquiere resonancias de muchedumbre en e1 torbellino de las

danzas lules y tol!ocotés, de las que se tienen muy precarias referen-

cias.

1

"Hasta en l_os aniversarios de las muertes de sus parientes -

refiere el pa·–

dre Techo·(

4)-

tenian lugar esas borracheras dispuestas por los herederos en

honor de las almas rde sus difuntos. Los invitados colocados en largas filas ofre–

cían al an.fitrión un avestruz que era llevado sobre la cabeza, de: una her,mosa ·dtOn-

(1)

Los manuscritos de la importante obra de Ba1·zana se perdieron según variO'S

autor·es, entre

}e~

cuales figura. Liz·ondo Borda, pero el invef;tigador arqueo,–

lógico Jorge von Hauenschild me asegura que aquellos se mantienen cuida.–

dosamente guar dados en una orden r.eJigiosa. Sus deducciones

~e

basan en

ma.nifestaciones hechas a él por un alto prelad•o¡ de la iglesia.

(2) Op. cit. pág. 13.

C3) M. Lizondo Borda. Op. cit. pág. 34.

(4) Op. cit. Tomo

5,9

y

"Revist a del Archivo de Santiago del Estero", tomo II,

N9

3, págs

110

.y

111

-54-