armada del adelantado Juan Ortiz de Zárate, la cual. sentada sobre
unas piedras junto a la isla de Santa Catalina, vió venir hacia sí un
pez que tentó violentar su castidad. Huía ella y él se apresuraba en
su seguimiento, hasta que descubrió que venía un hombre enredado
en torpes amores con la mujer, su manceba. El caso tendrá en otra
parte lugar sobre la fe de Barco Centenera, testigo ocular del su–
ceso" (1).
Para nosotros, este relato tiene semejanza notable con las haza–
ñas de Takjuaj, recogidas por Palavecino y el pez volador del padre
Luis Feuíllée.
Que se trataba de una categoría de divinidades, bmpoco se pue–
de dudar. Son muchos los antecedentes históricos que hab
1
an de sus
correlaciones religiosas o místicas. E1 investigador venezolBno Mario
Briceno-Iragorry repite con Lefévre que las teogoní2s primitivas re–
ducen la potencia simbólica (de los animales) al valor de las alas.
El
alma -dicetextualmente (2)- para trasmigrar a su nuevo desti–
no,
necesita.bala ayuda del animal venerado, huésped de las cavernas
sep
ulcrales, hermana de la muerte. y aún más: llevados por una ten–
dencia antropomórfica. como hicieron asirios
y
egipcios. dieron al mito
una nueva valorización y creyéndolo no solo purtador de almas sino
animador de éstas, humanizaron su figura y sobre las alas voladoras.
aparecieron cabezas humanas.
*
*
*
P
E'RO 1Feuíllée y Guevara no fueron los primeros ni los únicos
cronistas que entran de lleno en aauel extraño escenario.
Un siglo antes, André Trevet (1575) y Jean de Léry (1592),
citados por Morínigo
y
Alonso, se asoman a los adoratorios aborígenes
y recogen aquellas ásperas y fuertes nociones religiosas para mostrar
al pueblo francés las espléndidas orgías de la imaginación america–
na (3).
Escritores franc eses y españoles como Miguel de Montaigne
(1533-1592)
entre los primeros
y
Cervantes
(1547-1616), Góngora
(1561-1627) y Lope de Vega(1562-1635) entre los segundos se sien–
ten influenciados por la crónica indiana y la poderosa individualidad
de los antiguos karaíves.
El genio mismo de Shakespeare (1564-1616) busca inspiración
en la fuente viva y doliente de la metafísica americana.
y
ae los nue–
vos dioses que se acercan a su alma desde el crepúsculo d'e los répro–
bos~
nacen para la inmortalidad en las páginas de Otelo, Enrique VI y
Coriolano palabras, frases y expresiones que muy luego habrían de
servir de ropaje espiritual a los "infrahombres" de "La Tempestad".
Henríquez Ureña dice al respecto que no se sabe de dónde sacó Sha–
kespeare la forma
caliban
-tan repetida en dichas obra.s; pero hay
quienes sostienen orientados por los P}lntos de referencia de Trevet
y
Léry (4). "que el gran poeta inglés se sirvió de los dioses guaraníes
(1)
(2)
(3)
(4)
Véase
"Arg~ntina
y Conquista del Río de la Plata con otros cono-cimientos de
los r·ein01S del Buú, Tucumán
y
Estado de Brasil", por Martín !del Barco• Cen–
tenera. Lisboa,
1602.
Editado por P. Crasbeeck.
"Ornamentos Fúnebres de
los Aborígenes del Occidente de Venezuéla" por
Mario Briceno-Iragorry. Caracas,
1928.
Págs.
12
y
13.
Oraison Dorp.inicale en
:::auvage" poT André Trevet en C'osmographie Univer-
selle. París
1575,
ches Guillaume Claudére.
.
Edmundo Burke
(1728
o
1730
a
1797)
y Carlos D1ckens
(1812-1870)
en–
sa.yaron otras
·deTiv~ ·dones
de
caníbal.
Véase notas de las págs.
97
y
98
del
estudio "Para la HistoTia de los Indigenismos" por Pedro Henriquez Ureña.
"La Tempestad" de Shakespeare nació entre los guaraníes", por
R
Sánchez
Najera, "El .Sol" , Diciembr
1Q
de
1939.
BuenO'S Aires.
-51-