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tos a la presidencia de nuestro país, ofrecían, como programa de

gobierno, la solució.n. 'del problema de la frontera,

.o

sea, el desenlace

radical de la guerra más grande de Sud-América, sostenida durante

tres siglos por los araucanos que, por el lado de !Chile, encendieron la

primera chispa contra el valeroso capitán D. Pedro de Valdivia. enca–

bezados por el fam,oso Caupolicán; vencedor del fundador de Chile

cuya trágic.a muerte habría de ser vengada, con el terrible tormento

del palo. en la plaza de Tucapel.

Raza guerrera por excelencia, no ha ·dejado

c~omo

otros grupos

de la cultura aborigen, huellas de un elevado florecimiento artístico,

por que sus aptitudes se redujerton a la fabricación de armas (co.nfec–

cionaban un sombrero de cuero invulnerable a la·s flechas) y utensilios

y abrigos necesarios a la vi.d·a doméstica, per1o demostraron tener un

sentido concreto de la organización social;

respetuosa~

nociones de

principio de .autoridad e ideas religiosas que parecen tener contacto

con los horizontes espirituales de los aztecas y los lejanos árabes.

,

País de leyendas alucinantes y diabólicas, donde los mitos aborí-

genes Caleuche, Traucn. Invuche, Phwhen, P'incoya y Hu,alicho deco–

raron de imágenes febriles los límites de la fabulosa "Ciudad de los

Césares". emerge a veces a la superficie de las investiga.ciones folkló–

ricas buscando contactos que hasta hace poco parecían imposibles.

El magnífico cóndor americano. genio astral de la primera edad

del mundo de los quíchuas. trae a la memoria, sacudido por sortile–

gios extraños o telúricos. las sombras de la mitología árabe

(1),

donde

el ave Rokh coincidiría, únicamente, en cuanto a sus extraordinarias

dimensiones. con las noticias que nos dan los paleontólogos sobre los

gigantescos pájaros de presa (Phororacos) del terciario argentino (2).

La naturaleza les había privado a éstos. de la embriaguez del vuelo,

pero la imaginación árabe les habría dotado, en cambio, de esos atribu–

tos divinos para la creación estupenda de sus leyendas.

Proporciones más enigmáticas. por el panorama total que se des–

nuda ante nosotros, emiten todavía. los inmortales versos del Dante

-evocados por Ruben Daría en "El !Canto Errante"- cuando descri–

be su viaje por el purgatorio. El altísimo poeta menciona en ellos

"cuatro estrellas al otro lado del Polo" que

non viste ma.i fuo·r ch'aUa

prima gente,

pero que dos siglo·s después habrían de comprobar los

primeros navegantes es·pañoles, por Occidente, que

sólo eran visibles

(1)

Véase el libro• de las "Mil Noches y Una Noche", traducción directa y literal

del á1·abe por el doctor

J.

C. Mardrus, versión 3spañola de Vicente Blasco lba–

ñez, tomo octavo, pág. 76, de la cual extraemos el siguiente párrafo relativo

al segundo viaje de Sindbad el Marino: "Mi asombro· llegó entonces a sus

lí–

mites extremos, y me acordé de lo que en mi juventud me habían contado

viajero's y rri_arineros acer.:!a de un enorme pájaro, llamado. Rokh, que se en–

contraba en una isla muy remota y que podía levantar un elefante".

(2) Garlos Rusconi dice al respecto. que los phororaco'S tenían mayor altura que

los avestruc(}s africanos. La característica principal de ·ellos consistía en el

extraordinario' desarrollo de su cráneo, que terminaba hada adelante, en un pi.

co comprimido, liter.aJme.nte muy agudo. Por la forma del pico, parecida a la

de los rapaces y unido a sus potenteS' y acuminadas uñas, los

phororacos

fueron

terribles y encarnizados enemigos para muchos de los animales contempotá–

neos que prosperaron desde el oligoceno y mioceno en la Patagonia. Rev. cit.

pág. 56. En el folklore santiagu.eño existe todavía el

Ni·na kiru

de los quichuas,

enorme pájar:o de dientes de fuego que algunos pobladores de Sumamao y Can–

sinos nos as_eguraron haberlo

visto

en

ciertas noches. Lugones menciona

el ave Rokh con la grafía de Roe en el segundo capítulo de

"E~

Payador" y

los mayas tenían un pájaro llamado

"Xokok".

N. del A.

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