supuesta derivación
s~mero-asiria
de las lenguas "kechua
y
ay~:úará"
en un artículo publicado en los "Anales de la Sociedad Científica Ar–
gentina"; de Bartolomé Mitre y de Antonio Serrano que mencionan
superficialmente el ayÍnara de los valles calchaquíes y de Manuel Li- ·
zondo Borda que denunció por primera vez una serie de raíces ayma–
ra.e~
en la toponimia del Tucumán, no tenemos noticias que otros más
hayan incorporado este idioma en el catálogo de las lenguas aboríge–
nes que se hablaron en nuestro territorio.
Sin embargo. existe una traducción al aymara del decreto de la
Asamblea General de las Provincias Unidas del Río de la Plata (12
de Marzo de 1813); una versión aymara del Envangelio de San Lu–
cas. hecha por el gran. periodista de la independencia argentina Vi–
cente Pazos Kanki y una comedia escrita sobre las palabras del
tet–
cer libro de Génesis, atribuída a un sacerdote de la Compañía de Je–
sús. aparte de la bibliografía del aymara que incorporamos en otro
lugar.
Los dialectos de esta lengua. fueron: el
kanchis, el kasnas, el ko–
llahuas, el karankas, el charcas,
el
pacasas,
el
lupakas
y.
posiblemente
el
kakano o cacano,
el
diagu~'ta1
y el
calcha!qui
que Ludewing ubica en–
tre los dialectos del quíchua.
Comprobaciones personales nos llevan, finalmente. a la presun–
ción que, como sostiene Lizondo Borda, todos los finales de
ha.tha
y
manta
de los verbos del quíchua contemporáneo en Santiago del Es–
tero. son de origen aymara. Las supersticiones más antiguas de la re–
gión diaguita parecen refirmar la hipótesis demasiado fundada ya,
de que en un tiempo remoto de la prehistoria sudamericana. el aym·a–
ra o sus dialectos se hablaron en e'l Noro este argentino. Por las refe–
rencias de Bert onio. contenidas en esta obra, sabemos ahora que el
denominado
pito en forma de quirquincho
por Lafone Quevedo en su
"Viaje Arqueológico'' y hallado en una región donde no existe esa
clase de roedores. fué un amuleto fabricado para descubrir a los la–
drones, colgándolo de la puerta del damnificado. como podrá compro.
bar el lector en el texto; detalle trascendental que vendría a modi–
ficar muchas teorías interpretativas del arte indígena.
El aymara como el quíchua pos ee numerosos sonidos guturales
o enfáticos, cuyos reajustes gramaticales entrarían perfectamente en
los moldes del idioma inglés. En ambos. todas las palabras son gra–
ves. con acento en la penúltima sílaba. pero en las contracciones, que
tanto abundan. la acentuación marca dos o más a.centos. de conformi–
dad con las indicaciones que se hacen en el texto.
*
*
*
E
L
araucano..-
El investigador boliviano D. Baldomero Díaz Ro–
mero (1) diCe que los aymaras-quíchuas, mestizados con
los ·
guaraníes (2) dieron lugar a la formación de
las sub
razas
ara ucana, puelche. calchaquí y fueguina de Chile y nuestro país. La
hipótesis se basa. talvez. en el hall azgo de numerosas palabras quí–
chuas (3) en los vocabularios clásicos de la lengua mapuche -lengua
de la gente del país- recogidos por Luis de Valdivia y A. Febrés (
4).
(1)
(2)
Est. cit.
El
pn)f~
s.or, Rodolfo
~~mz,
en su estudio "Para el. Conocimiento del
E·spañ~i
de Amenca , traducc10n de Amado Alonso
y
Ra1mund·o Lida Biblioteca de
Dialectología
Hispano~mericana
áe
ht
Fa·<:!ultad de Filosofía
y
Letras de la
Universidad ·de Buenos Airés, pág. 229 , dice, al referirse a las zonas vecinas
del Noroeste argentino: " ... tengo por ver osímil o a lo menos por posible
que se hagan sentir también allá, influ encias del guaraní".
'
(3) Hasta sus propios juegos deportivo·s denuncian singular semejanza con los aY–
raE: s
y
quíchuas, como se puede cotejar en el Vocabulario Comparado.
(4) Véase la bibliografía del araucano.
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