"Qué nos dicen los pompeyanos, a través de sus estilos, y motivos-;- de
su sentido estético, de sus ideas soc.iales, de sus sentimientos y modos
de ser, después. de todo,
i
ay! tan semejantes a los nuestros?"
(1).
Sarmiento comparaba con los árabes el gaucho de La Rioja y el
emir Emin Arslan, al tratar el mismo tema(2) recuerda úna anécdota
suya con
el
doctor Joaquín V. González en los primeros días de su
llegad a a Buenos Aires.
"Invitado por él a ir a una confitería -dice- para hacerme s·a-
borear algo
genuim~ mente
argentino, pidió empanadas.
-Esto es genuinamrnte argentino? -pregunté.
- Sí.
y cada provincia tiene su especialidad.
-Pues bien, doctor -repu¡:;e- nosotros las hacemos de veinte
maneras distintas, con carne, con leg-umbres, con queso, con pescado,
con frutas''.
-
En lo que respecta a las aglomeraciones sociales de América del
Sur .. alg-unos estudiosos de la materia dan por -sobreentendido que gran
parte de ellas, pudi oron b ::1 her recibirlo influencias marcadas por el
sistema de penetración política seguido por los incas. Los contactos
obedecerían en la mayoría de los casos a tales fenómenos sociales.
Dice Ondegarflo
(3)
aue cuando un a de las naciones conouistadas ma–
nifr~taba
espíritu tenaz de oposic.ión y odio,
s ~
solía obligar a una
parte de la población a emigrar
~
otro Pnnto remoto del reino ocupa–
do por vasallos de probada fioeHrlad. Un número igual de éstos se
transplanta ba al torritorio que habían evacuado los emigrados.
y
por
f'ste cambio la población se componía de (Jos raza s
distint~s.
"Con- el
tiempo. agrega Ondegardo. y ante que hubiera desaparecido una ge–
nP-radón, las diferentes trihn s se mezcl aban pacíficamente, como in–
divíduos de una
mi~ma
nación" .
El mitimay, defini t ivamente descentrado de su prédio y obligado
a nuevas f ormas de vida en el foco de los pueblos conquist ados, ter–
minaba en efecto por entr egar todo el provecho de la experiencia. vi–
vida
y
recibía, a la vez, las enseñanzas
y
costumbres de la comunidad.
Este paso del inca por el Tahuantinsuyu habría quedado jalonado en
cada nombre t oponímico y en cada yacimiento arqueológico a través
de una vasta extensión de nuestro t erritorio .
En la idea generadora de esta hipótesis , que se· apoya en una
avanzada ley social, demasiado al ejada ya de la ley del tabú, des–
cansaría acaso el hecho de que el idioma quíchua, conocido únicamen–
te en el Cuzco, con la denominación de Runa-Simi - lengua del
hom–
bre se generalizase en tal forma antes de la conquista, que aún en
nuestra época siguen hablándolo el pueblo y las clases superiores del
Perú, Bolivia, E'cuador, Colombia, Norte de Chile y Norte de nuestro
país. Pero como debemos concretarnos exclusivamente al vocabulario
en su relación con la arqueología y la etnografía, dejaremos para un
nuevo estudio. que talvez llegue a materializarse más adelante, el
análisis de las partes gramaticales de estos idiomas.
En consEcuencia, pasar emos a la relación sin.tética de las. particu–
laridades de cada lengua.
*
*
•'•
.,.
(1) "Visiones de Grecia" por Amaranto A. Abel edo . El Ateneo, 1939.
·
(2) "Semejanza entre el gaucho
y
el ár abe'' por el emir Emin Arslan. ''El Mundo".
(3) Rel. prim. M. S· Fernández, Histor ia .del Perú, parte II, líbro III, cap. XI.
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