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Como se ve, la causa religiosa tiene en ambos pueblos el mismo

razonamiento evocativo de la concepción antigua de Dios. Pero el se–

creto de la señal metafísica del vocablo aborigen aparece flotando en

una atmósfera más compleja, en lo que atañe a su poder mágico co–

mo signo convencional de la astronomía empírica. Los aymaristas es–

pecializados sostienen con vehemencia que el prestigioso matemático

norteamericano Eward Kasner, reputado como uno de los "doce sa–

bios capaces de comprender la teoría de la relatividad de Einstein"

no tuvo necesidad de inventar las palabras "googol" y "googoplex"

para representar una unidad tan vasta como todo el Universo. Los

quíchuas la tenían. Era la vqz

pantac hunu,

por que en la concepción

mental de las más altas dimensiones, el signo de acción pasaba a la

categoría de nombre abstracto' transformándose en la representación

más completa de ]a esencia divina en

Pachaca'mac,

"sublime idea de·l

Creador del 'U1niverso que, inmaterial en su propia naturaleza, no de–

bía ser ultrajado con ninguna imagen visible y que,

ocupan'd1o todo

el

espacio,

no podía circunscribirse a la. paredes de un templo

(1) .

En el Vocabulario Comparado nos hemos ceñido a las referencias

de los clásicos acerca de las numerosas deidades de las naciones con–

quistadas. Estos númen-es, según el licenciado Ondegardo, eran trans–

portados a la Casa del Sol, el dios; visible de los incas, donde sus cofra–

des continuaban rindiéndoles culto, junto a las demás deidades

y

genios del Tahuantinsuyu. La libertad de creencias religiosas entre

los incas, era la base fundamental de su sistema - social y político y

la que más hizo sospechar una posible influencia de la filosofía

oriental (2).

Nico~ás

Roerich, luego de viajar incansablemente por México y

el corazón del Asia, como tituló más tarde una de sus obras, estu–

diando el arte y la cerámica de ambas culturas, llegó a la misma con–

elusión. La gran escalinata del templo de Kalassaya en Tiahuanaco y,

sobre todo el monolito El Fraile de las famosas ruinas del lago Tití–

caca -según Fritz Buck- se parecen mucho a las efigies de piedra

y a los restos encontrados en el más allá de Urumchi, a que hace re–

ferencia Roerich.

Gracias a la cerámica, en cuyo conocimiento la lingüística acudió

con un valioso acopio de imágenes y valores simbólicos, el profesor

Ernst halló posibles puntos de contacto entre los primitivos poblado–

r~s

andinos y los indios del Costa Rica; Uhle descubrió lazos de afi–

nidad entre los chibchas del altiplano y los indígenes de la vecina

zona geográfic.a (3). Salas creyó encontrar muy parecida la cerámica

hallada en Trujillo con la de los toltecas y mayas. Podr1amos citar

a muchos más. La bibliografía arqueológica es extraordinaria. Por

ella se ha llegado también, en los últimos años, a una nueva valori–

zación de las huellas atribuidas al hombre de la última glaciación

(6000

añ0s antes de Cristo).

(1)

(2)

(3}

Prescot "Historia de la Conquista del Perú", Cap. III, Pág. 27.

El profesor Jo1sé Imhelloni es autor de un estudio titulado: "Los vocablos

Pachacuti y Pachacutec" donde se analiza desde otro punto de vista. la voz

pacha.

Los sabio's andinos r·eeibíªn la denominación de

amauta!S~ vo·~ab]o1

que se en–

cuentra ligeramente a.lterado en

Anauta

del japonés, nombre 1del segundo Bu–

dda histórico, hijo de un rey llamado en chi!].·O Pefan, según Cant ú, H,.U.I.T.,

pág. 578. En la misma nómina de 1·os

su·~esores

de Salda M1uni, figuran nom–

bres como el de Tito-Kia, Pla.sumi, Cha.yata

y

Puyu-Mito• que también suena.n a

aym.ara. En el siglo pasado Jaucourt pem:aba ya, que Manco1 Capac y Confucio

fueron los legisladores que hicieron a los hombres más moderados y más hu–

manos y por lo• tanto más honrados, y que durante un período de 500 años

hubo en la China y el Pe1·ú más

homb~·es

de bien

y

más gente feliz que desde

el principio del mundo en el resto de la tierra. Pacheco Zegarra, Op. cit.

Mario

Briceno~Yragory,

"Ornamentos Fúnebres de los Aborígenes de Occidente

de Venezuela", Ca;ra-cas 1928.

-30-

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