o
sara.s
-
montón que alude a los granos del maíz
y
de ahí
sorites o
la forma lógica del argumento compacto que imita la mazorca del
maíz. La leve abreviación de
Sorata
hace ver, finalmente, que en ca–
da nombre alterado por la locución de la c-onquista, se perdió una de–
finición o se perturbó su sentido".
Experiencias recientes confirman la tesis de Villamil de Rada en
lo que respecta a las propiedades alimenticias del maíz. Por su ele–
vada proporción de hidratos de carbono y de sustancias grasas -dice
el ingeniero agrónomo arge·ntino Isidoro
J.
F. Carlevari- 'es una
fuente inagotable de energía para el organismo que los oxida trans–
formándolos en vida, en movimiento y en trabajo. Prueba de ello es
que los animales ingieren diariamente grandes! cantidades. de esos
principios, la2 cuales casi no aparecen en los análisis químicos de loe–
tejidos. Si la cantidad de energía utilizada es inferior a la que son
capaces de producir los principios hidrocarbonados ingeridos, aquella
será almacenada en el organismo en forma de materia de reserva, de
una constitución muy distinta a la de los hidratos de carbono origi–
narios, insoluble y menos fácilmente atacable, esto es, en substancias
grasas. Otra forma de acumular reservas es la transformación de los
hidratos de carbono ingeridos en almidón animal, es decir: glucóge–
no, que se aloja en el hígado y, excepcionalmente en los músculos,
siendo segregado al torrente sanguíneo en forma de glucosas, en el
momento en el cual el organismo lo requiera.
*
*
A
NALO'¡GIAS similares se encuentran en las nociones de la medi–
cina empírica de los pueblos primitivos de América y Asia. Y
también en la cirugía.
La trepanación y la deformación tubular del cráneo, conocidas
por el hombre de Tiahuanaco y los diaguitas del noroeste argentino;
y la autopsia, el embalsamamiento, la eutanasia y la circuncisión tal–
múdica que practicaron los guatemaltecos, dieron nacimiento a nume–
rosas investigaciones, a las cuales la filología prestó importantísimos
servicios.
Siguiendo las modificaciones de las voces
tumi
y
toqui,
nombres
del instrumento de la cirugí3í incáica el primero y del hacha de piedra
de los quíchuas y araucanos, el segundo, Lafone Quevedo y Ambrose–
tti hallaron equivalencias fonéticas en los idiomas patagónicos, en los
de Nueva Zelandia, en los de las islas de Pascua, Táhití, S'amoa y
en los de la Mila.nesia, como lo ha demostrado el Dr. Ramón Pardal
con respecto al famoso
tumi
precolombino (1).
*
*
*
l
L origen de ciertos
totems
por el proceso biológico de los ani-
1:
males y las plantas, proclamado por los pueblos asiáticos, tiene
puntos de contacto con la escala mítica de los boriqueños y los
araucanos que practicaban la zoolatría, adorando el sapo o los que
practicaban la fitolatría, como los guaraníes y los matacos, que ado–
raban las plantas..
(1) "El instrumento quirúrgico
y
los
tip.osde trepana-ción del cráneo en el Perú
pre-colombino", por Juan A. Domínguez
y
Ramón Pardal. Acad·emia Naciona·l
de Medicina, Buenos Aires, 1936. "Fo'l'mas, esencia
y
metódica de las defor–
maciones cefálicas intenci.onadas" por J. Imhelloni. Univ.ersidad de Tucumán,
1938. Lafone Quevedo encontró en Tinog.asta una valiosa teja -con el dibujo
de un
toqui
01
choqui
de pedernal quJe según é·l represent-a un -arte anterior.
Op. cit. Pág. 25.
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