La etimología nos enseña -dice el catedrático francés- que en
las lenguas cuya historia conocemos. palabras de una forma parecida
y aún idéntica, pueden
tener el mismo sentido sin tener histórica–
mente nada de comun.
Los especializados n.o han dicho, entonces la última palabra so–
bre este juego de concoraancias lingüísticaK P·areciera que el campo
estuviese virgen
y
que habría que recurrir, como lo· aconseja el mis–
mo autor, al auxilio de la antropología y la arqueología.
-
El estado actual de los estudios se puede dividir en tres doctri–
nas o corrientes que se esfuerzan por descubrir los lazos que unen.
separan o distinguen las razas conocidas, por el espíritu o el sentido
propio de cada vocabulario.
En la primera estarían enrolados los eruditos que no admiten nin–
guna influencia exterior, clasificando las lenguas por grupos o fami–
Jias y, manifestándose partidarios de la autonomía racial del hombre
americano. A esta legión de investigadores se incorporó el profesor
Arturo Posnansky.
La segunda doctrina reposa en la identificación paleontológica
d.elhombre por !os rastros que habrían dejado en Alaska varios
grupos humanos procedentes de la Siberia oriental. En la biblio,
grafía de ésta
indagación se incluyen los !nombres de Antonio de
Ulloa, Acosta, Montesinos, Juan de Pinedo, Gomara, Kircher, Jones,
Paravey, Adair, De A
1
ngelis y otros que hicieron descender el hombre
de América de los hijos de Noé, Salomón, los hebreos, lo·s egipcios. los
unos (urus?) , los chinos, los australianos o los noruegos que colo–
nizaron Islandia y Groelandia antes del primer milenio de nuestra
era, al mando de Eirik el Rojo .
.Argentinos como el doctor Vicente Fidel López están afiliado.s
en éste grupo cuya orientación formó escuela entre muchos autores
que siguieron al padre Gregorio García que · fué el primero en atri–
buirles ascendencia judía; lord Kames que concibió la idea que ''Dios
había creado varias parejas de seres humanos diferentes y que cada
rama fué colocada en el clima apropiado a su organismo"; a
Mossi~
Varhagen, Lafone Quevedo y Andrés Rosa, en su "Tratado Unico y
Singular del Origen de los Indios del Perú, Mexico, Santa Fe,
Chile'~
donde quiere probar que el hombre americano desciende de la raza
iberá del tiempo de Osiris, como informa ,Gustavü Adolfo Otero.
Carlos Darwin surje entonces, despertando la atención de
los
círculos especializados y derribando el "fanatismo bíblico del siglo
XIX". Los razonamientos antropológicos entran con él en una etapa
más escrupulosa. Monogenistas y poligenistas defienden sus exposi,
ciones desmenuzando la inquietante cuestión. A. de Quatrefages pre–
gona la unidad de la especie humana de origen biológico y no divino.
Burmeister forma dos homoniciones: la continental ( euro-afro-asiáti–
ca) y la oriental (América)
(1);
.Alee Hrdlicka se declara en 1923 en
favor de la unidad de las razas americanas. ya preconizada por .A·nto–
nio de U'lloa con su famosa frase: ''visto un. indio de cualquier región
se puede decir que se ha visto· a todos en. cuanto al color y contextura"
y hasta los diletantes que habían aprendido que la separación de las
razas se basaba en esos momentos en la clasificación de cierto núme–
ro
~e
variedades parecidas, se interesaron por el análisis del cráneo,
el cabello, los ojos, el color de la piel, las dimensiones de la nariz, la
estatura, la fecundidad o esterilidad por cruzamientos, el esqueleto,
etc.• atraídos por las fórmulas de Linneo, Gmlein. Buffon, Herder, Pri-.
chard, Kant, Hunter, Blumenbach, Pownal y otros(2).
·
(1) Imbelloni, op. dt.
(2) Lafone Quevedo, en su "Oatálog.o Descriptivo' de las Hua.cas d.e Ohañar-Yaco''
(1892) presenta dos tipos de
Caytohomas
(cabezas largas)
y
dos de
Palto–
homas
(cabezas llanas
y
anchas). Según él corresponden a
los chaquenses
y
aymaraes, respectivamente.
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