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"En cuanto a su constituci6n-dice-no cabe la menor sospe–
cha de su autenticidad
y
originalidad indigenas; notandose, sin em–
bargo, en ciertas comunidades donde alguno o algunos de, sus miem–
bros han aprendido a leer, que el cuento europeo ha comenzado a
extenderse rapidamente, adaptandose al me,dio
0
modificando
SU
estructura ideal, en intima relaci6n con la mentalidad del pueblo
en que se ha propagado. Tal sucede en algunas comunidades del de–
partamento de Junin y Puno, donde he podido comprobar se han
divulgado enormemente
Los ciu11renta ladrones,
algunos episodio del
denominado
La oreja d el Diablo . ..
".
etc.
"El cuento indigena-continua- ... . no carece
d~
gracia, in–
geniosidad y belleza descriptiva. E s eminentemente originario, vive
e id.ealizase en el mundo religioso-moral de nuestros pueblos
y
se
tra mite de generaci6n en generaci6n, en los
mMfoorios,
caminos,
mingas,
velorios
y
pach(JffYl,<J11tcas,
por el cantor, los responseros, el ca–
minante y los abuelos, verdaderos gestas comunales los dos prime–
ros, a quienes el pueblo respeta
y
considera como a tauma.turgos,
curanderos o brujos' '.
En los dos que, como ejemplo, nos ofrece Castro Pozo hay, en
efecto, un caracter extrafio, mezcla de superstici6n
y
de fantasia ;
alguna rudeza que resiente, alguna vastedad que choca. ''El chas–
qui ", sin embargo, con su desenlace espeluznante, con su tinte de
misterio, revela facultades creadoras, fuerza, originalidad y cuida–
do en la forma. Se trata de un
chasqui
que lleva correspondencia de
su pueblo a la capital de provincia. En el camino quiere hacer una
ofrenda a la
Apachita
de la puna por donde debe pasar; cage una
piedrecilla para taJ objeto, a la vez que mentalmente repite una ora–
ci6n. Pero en la Apachita estaba un
allco
(perro) lanudo, sentado
en actitud contemplativa. Mal aguero era este, segun el decir de
los abuelos del chasqui. Josucho, que tal era este, se, desata
SU
hua–
raca,
la pone en acci6n y tira la piedra al allco, que, alcanzado,
e.cha a correr, lanzando uri. grito lastimero. Prosigue J osucho
y
lue–
go encuentra a Naticha, la antigua amiga de la infancia; caminan
juntos; les alcanza la noche y tienen que quedarse en la puna.
Despues de la cena, reposan . Entonces viene la sorpresa. Cuando
Jo ucho acaricia a Naticha, esta le. dice: "No me toques por ahL . . ;
me duele esa cadera .... . /, N6 te acuerdas que me diste una pie–
dra
?"-"
t
Cuando
?",
protesta Josucho.-" Ahora en la Apachi–
ta"-le responde Naticha-"Estaba sentada, mirando las piedreci–
llas que los abuelos ofrendaron al espfritu, cuando
paf.,
tu me tiras–
te un huaracazo". Y aullando lugubremente, Naticha qued6 trans–
formada en una ' perra lanuda y amenazante. Josucho, espantado,
huy6, perdiendose en la oscuridad de la noche.-Poco despues, en
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