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ternas, la tradicion de familia, la religion riadonat,
la
idea aun informe del hogar que ha cimentado las
sociedades modernas. Aquellas que poblaban las
montafias" de
La
Rioja, ramas de la gran familia
Calchaqui, la indomable,
la
Ultima que rindio sas
armas, concurrian a la defensa comun parapetadas
en el suelo -nativo; pero no las rindi6 a
la
fuerza,
sino al Evangelia. Dejo su patria terrena por la ce–
leste, prometida por Solano
y
San Nicolas, !u pa–
trono desde entonces, el que salvo la ciudad de To–
dos los Santos, el que realizo la fusion del indi–
gena
y el
europeo, padre de la raza criolla que
£un–
do con sangre la nacion del presente.
Aquella noche funesta presencio en las cumbres
<lel
Pucara, o fuerte Calchaqui, la mas tragica de
las escenas.
La
muerte corria del llano a la cum–
bre
y
de la cumbre al llano. Los fieros defensores
lanzaron al encuentro de los invasores todas' sus
_flechas; las grandes rocas rodaban con estrepito, es–
tremeciendo ·10s cerros vecinos, sembrando su paso
de cada,veres; pero tambien rodaban al fondo de las
quebradas los cuerpos exanimes de los heroes na–
tivos. El Huaco estaba distante: volaron mensaje–
ros por medio de las selvas, pero enernigos eran
muchos y usaban armas que los herian de muy
lejos. El alba apareci6 lentamente, pero solo ilumi–
no
despoj-os de una
y
otra parte. Nadie
ha
ven–
cido, pero no hay combatientes; solo algunos sos–
tienen -todavia las armas en el llano. Los del fuerte
<le piedra corrieron sin ser vistos a su gran campa–
mento del Huaco.
La
guerra quedo empefiada a
rouerte; cada
d1a
un combate,. una inmolacion, un
sacrificio en honor de los dioses indigenas. S6lo
la
~abra
de un hombre inspirado,
y
el ejemplo
de