10AOUTN V.
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sulman para resguardarlos del sol abrasador. Tod°'
rien y cantan, se galantean y se divierten, mientras
al
compis de la musica que marcha a la cabeza, ha–
cen el largo camino por entre las quebradas que
dan acceso
al
llano y a la ciudad.
Delante, montado en un asno, camina un hombre,
llevando en la cabecera de su recado una imagen
de Ia Virgen, rosada y sonriente, adornada con pro–
fusion de seda y oro ; su coronita de plata despide
vivos reflejos, mientras se mueve encima de la ca–
bellera crespa y rubia. Es el dia de la visita anuaJ
con motivo de los sufrimientos de su Hijo, alli en
la
ciudad donde sufren los que redimen, donde
im–
peran los escribas y los f ariseos, donde ya se ha
dado la sentencia que ha de Ilevarle al CaJvario.
Es la Semana Santa,
y
la Madre de Dios va a acom–
paiiarle al sacrificio. La poblaci6n de cinco leguas
a la redonda de la aldea, la sigue en su peregrina–
cion~i
Es tan querida aquel1a imagen, tan buena y
tan milagrosa
!
Los demas se han quedado a la sa–
lida del pueblo, apiiiados, mirandola partir ;
y
<les–
pues se vuelven a sus casuchas de barro
y
a su
huerta con a.Iamos y cepas generosas, a esperar con–
tritos la vuelta al templo de
la
Virgen viajera a la
J
erusalen impia.
Y alli, contentos pero respetuosos, haciendo re-–
percutir sus cantos, rezos y musicas, reanimando
las desiertas faldas y las sombrias grutas de la mon–
taiia, se encaminan en procesion los humildes aldea–
nos que gozan cuando creen, sin· saber por que quc
no abrieron nunca otro libro sino ese de paginas de
granito, eternamente abierto ante sus ojos; pero
ll–
bro que habla, que canta, que llora
y
que rie, con
lenguaje, sonidos, lamentos
y
risas intraducibles en