MIS MONTARAS
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las
artes humanas. Conjunto gracioso fonnan aque–
Ilos trajes blancos, encarnados, celestes y amarillos
de
las
mujeres, las cintas ondulantes y las alfom–
bras vistosas que les sirven de manta sabre ias
~n
cas de las cabalgaduras. Y los tristes gemidos del
violin rustico, los golpecillos timbrados del triangu–
lo y los ecos casi fitnebres de la caja., consagrada
a aquella imagen por el piadoso
y
ferviente Panta
que se march6 a la guerra-ya voy a contar la his–
toria-se inteman en la quebrada., se pierden den-
. tro de los talas, los algarrobos
y
los viscos, que le
forman techumbre,
y
se alejan y se apagan lenta–
mente hasta perderse. Ya pasaron, pero
queda
mi
espiritu pensativo,
mi
oido arrullado por la armo–
nfa senci11a., mis ojos Ios siguen at!n
y
mi
sem–
blante expresa Ia mas tierna, la mas conmovedora,
la mas serena de las impresiones.
Hay que ver una vez en la vida esas costqmbres
inocentes, saturadas de una fe inofensiva
y
de un
encanto inefable, que se desarrollan en los terminos
lejanos de la patria. Alli vive,
alli
surge perenne
la fuente de las grandes creaciones, de
la
virtud
sin cilculo, del sentimiento ar,gentino nacido de
la
tierra, que VI'bra en sus vientos cadenciosos, que
canta con la gracia de sus aves nativas, que vuela
con la solemnidad de sus c6ndores, que suefia con
sus torrentes, que lucha con
la
fuerza de sus fie–
ras, que mira a la region serena de los astros desdt
la punta inaccesible- de sus cumbres ... Si, hay que
verlas una vez para consolamos de los dolores
del
presente,
y
para saber que nuestra fierra tiene to–
das las
majestad~s,
todos los esplendores, todas
bs
bellezas creadas. Alli
estan
la
historia
y
los
elemen–
tos ignorados del grave problema nacional, no
aboc--