lCIS M:ONT.ABAS
dO
un niiio para sus juguetes, sc levanta solita::-ia,
aislada, humilde, la iglesia del pueblo; a su lado,
y
apenas visible, tiene
el
campanario primitivo ; a
su espalda
el
pequeiio cementeriGo, de pobreza in–
comparable, donde nunca se interrumpe
el
silencio
y
donde casi todos los que en el yacen nacieron tam–
bien dentro de ese valle pintoresco.
La
cima del
monte se levanta al fondo,
y
aila arriba giran en
circulos repetidos e interminables centenares de
-cuerpos que, como Tantalo, viven ansiando ince–
santemente
el
despojo de aquellas pobres tumLas,
sin saber que otros vivientes subterraneos los devo–
raron frescos. . . y graznan siniestros,
lugubr.es,
hambrientos, dia
y
noche sobre las rocas aridas.
Quiero aqui consignar un recuerdo para un sol–
dado meritorio, cubierto de heridas
y
de medallas,
que me acompafi6 como un
fiel
amigo. Gano
el
grado de sargento sirviendo a la patria, siempre au–
E.ente del hogar de sus padres, y volvi6 invalido
pero eon gloria
al
suelo nativo. Descansabamos a
la
sombra de un sauce, en una casa del pueblo ;
el
soldado habia salido a buscar a sus parientes y ami–
gos, cuando de pronto llega hasta mi una mujer
despavorida diciendo :-"El sargento Romero acaba
de caer accidentado en medio de la calle". Corri a
recoger
SU
ultimo Voto, creyendo en
SU
fin, que el
esperaba; le halle ya inm6vil, rigido, los ojos abier–
tos y
el
semblante mediq sonriente todavia... To–
dos le conocian; hacia muchisi.mos afios que habia
marchado a servir en el ejercito,
y
era aquella la
primera vez que
volv~
al pueblo de su nacimiento
despues de tan larga ausenda. Vino a morir so–
lamente,
y
a dejar los huesos fatigado en el pobre
cementerio
donde reposan sus ,mayores. IDuerme en