J.fiS MONTARAS
.l'lnea y plant6 en
la
ciudad bandera de enganche.
Corrio
la
voz por las poblaciones de la montaiia,
de que la Naci6n se hallaba empefiada en una gue–
rra grande y que llam.aba a sus buenos hijos a em–
puiiar las armas y seguir su bandera contra el ene–
migo. EI indio Panta Io supo y se puso triste; no
era ya la guerrilla casera donde como quiera se sal–
va y esta siempre cerca
<lei
hogar; era lejos, muy
lejos donde debia partir, quiza para no volver, pero
una voz interior le mandaba obcdecer aquel llama–
miento y se resolvi6 como siempre, sin la menor
vacilaci6n, a marchar en busca del peligro.
Una tarde se reuni6 con Ios amigos y mujeres de
L aldea, y les dijo :-"Me voy a la guerra, la patria
nos llama, Jes voy a dejar": Y sin oir ruegos ni
razones, tom6 el tambor querido, compafiero de ale–
grias y de devociones, y se fue a la iglesia seguidc
por todos. Se puso de rodillas delante del altar de
la
Virgen, y con voz abogada por los sollozos, le
ofreci6 como ofrenda la caja construida por el mis–
mo, que •!ra su segunda vida.-"Adi6s, Madre mia
-gimi6 ;-si no vuelvo sera sefial de que hahre
muerto por mi patria !" Sali6 de la iglesia enjug:in–
dose las lagrimas, pero su semblante irradiaba esa
Iuz propia de las decisiones inquebrantables; y lue–
go, como arrepentido de ese sentimiento, empez6 a
decir bromas que sabian a despedida triste, y a pro–
meter para la vuelta las grandes fiestas, los casa–
mientos y las procesiones, porque queria costear con
sus sueldos una funci6n de agradecimiento a la Vir–
gen, si le sacaba salvo de aquella aventura-'-'la ul–
tima de mi vida, porque ya me voy haciendo viejo"
-deda sonriendo.
Ensill6 su mula patria, di6 un abrazo a todos,
y