MIS :MONTASAS
pumante, y donde concurren las muchachas engala–
nadas
y
donosas como los arboles nuevos. ya llcga
el grupo de cantores, anunciando con suaves soni–
dos, como a manera de saludo, que van a cantar en
su puerta. EI tambor bate entonces el acompafia–
miento, y los duos quejumbrosos hienden el aire
sereno de las noches de estio.
Escucharlos de lejos, es gozar de
la
impresion
perfecta; porque la escena prosaica, el conjunto gro–
sero formado en derredor,
y
Ia cercania de aque–
llas voces rudas pero intensas, destruyen el encan–
to que la distancia solo crea, como la mas admirable
0rquesta se convierte en un estruendo que •ensor–
dece, si el observador se situa en medio de ella.
El espacio purifica los sonidos, Jes separa lo tosco
y
lo aspero para trasmitir la esencia, la nota lim–
pia, el tono simple, Ia melodia aerea que vuela so–
bre la onda Iiviana, dejando percibir las palabras
de la duke poesia campesina por encima de los ar–
boles
y
las rocas. Le prestan ayuda el silencio de
los valles, la repercusion lejana del eco, y esa arro–
badora influencia de las noches solemnes, en media
de la naturaleza solitaria. Todo alll es arm6nico
y
de efectos combinados :
la
musica es un accidente
de la tierra misma, es la expresi6n de su vida, es
\111a vibraci6n de su espiritu. Por eso la impresi6n
de la belleza resulta del sitio y de la hora aparen–
tes, del aspecto del cielo que invita a idealizar con
aquellos astros como llamas, cuyos movimientos pa–
reten mas vivos;
y
con las mil voces ocultas que pa–
recen un eoro lej.ano de aquel canto.
Hay en el alma de aquellos poetas un veneno
lento que va obscureciendoles
la
vida, nublando sus
concepciones,
y
hace que a medida que dilatan su