JOAQUIN V. GONZAJ..EZ
vanezca en la irradiaci6n del astro del dia.
Si, los pueblos de la montafia son inocentes,
in–
fantiles y amigos de simbolos poeticos; sus amo–
res son idilios tiernisimos, cuya historia se conden–
sa ,en una flor guardada sabre
el
coraz6n hasta se–
carse, en un ave cuidada con solicitud religiosa, en
una estrella contemplada a •solas mientras conver–
san mudas las almas ;
y
~
c6mo no ha de ser
la
£1or
del
aire el simbolo delicioso de esos amores primi–
tivos, llenos de rubores y delicadezas, de esos sen–
timientos tan virginales y candorosos, si ella tiene
todas las cualidades del amor ideal? La joven ado–
lescente que empieza a sofiar con las primeras vi–
siones del amor, a sentir c6mo nacen en su cora–
zoo
esos anhelos vagos de adorar y de consagrar
sus caricias a otro ser, apenas
se
aproxima la pri–
mavera, eomienza
a
recoger de los arboles de la
selva,
y
a tejer con ellas
una
cor0na, las plantas
·de la flor del aire, eligiendo, las mas frondosas
y
ricas de savia, para que, adheridas al muro
de
piedra o de "quincha" de su vivienda, den
alli,
muy
cerca de su Jecho ht,1milde, su florescenda,
cuan-~ ;
les llega el tiempo a todas las flares de abrir los
broches ocultos
y
a embalsamar todo
el
ambient~.
Diriase que entonces la natnraleza se ha vuelto lo–
ca de pasion,
y
a manos llenas., cantando alboroza–
da, a;:roja esencias y perfumes para que todo ame
y
cante como ella
el
himno eten10 del amor victo–
rioso.
1
Cuanta
gracia
y
donosura prestan
al
ran–
cho
solitario de la ladera, florida, aqueHas coronas
sa lpicadas de albos capullos
!
El viajero que pasa,
escalando fos caminos, puede decir entonces: "alli
palpita
un
amor naciente, ansioso por asomar
a
los
ojos
y
a los labios".
1
Feliz,
feliz
mil veces
el
que