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JOAQUIN V. GONZALEZ
solo por la noche, y en las horas placidas de la prl–
mavera y de! estio.
i
Como bulle y hormiguea en torno de
la
sede
n:al todo aquel maravilloso universo
!
Pero para per–
cibir sus rumores, es preciso que el oido se con–
centre solo en ellos, y para contemplar todo
el
es–
plendor .de esa nocturna congregacion, seria nece–
sario que una magia ideal bafiase el cuadro con un·
golpe de luz intensa,
y
entonces apareceria en es–
plendente apoteosis la mas beHa de las flores; apo–
teosis tributada por todo un mundo desconocido, di–
minuto, casi invisible, porque es esa alma de
la·
montafia, esparciendo su efluvio por todas las re–
giones vecinas, ya en forma de 11amitas vivarachas–
y fugaces, ya sobre el ala de mil insectos que vue–
Jan <lesparramando por toda
la
region la esencia de–
las £lores, ya, por fin, sobre vientecillos errantes,
conductores de acentos vagos, de notas perdidas
y
de dialogos melodi.osos, sostenidos a media voz con
Jos astros inmoviles.
Y
meintras este extrafio espec–
taculo bulle y rumorea en torno, el aroma de la
flor esparcido por el ambiente, remueve, sacude en·
el fondo del cerebro los ensuefios desvanecidos, evo–
ca en ese espacio infinito idealizaciones nunca pre–
sentidas, cuadros fantasticos bafiados de luces y co–
kres intensos,
y
en cuyo fondo ·se agitan persona–
jes y objetos esplendorosos, profusion de todo
l~
que mavarilla y ofusca, enjambre movedizo de vi–
siones que aparecen en formas indefinidas, porque ·
sus contornos se desvanecen en
la
luz
y
viniendo
a
posarse sobre
la
frente o los labios,
a
hacernos-–
sentir el tacto de sus alitas perfumadas
y
frescas–
como el beso de un nifio recibido en sueiios.
l
Que
sublime,
que
placida inconsciencia del
mun--