Table of Contents Table of Contents
Previous Page  224 / 248 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 224 / 248 Next Page
Page Background

~20

JOAQUIN V. 'GONZALEZ

cia riquisima, para conservarla

y

verterla luego so–

bre los valles, o enviarla hacia las .eminencias de

la montafia, sobre el ala microscopica de las mari–

posas o de los vientecillos errantes. La selva que

borda los caminos se cubre con sus flores, repro–

ducidas con pr6diga profusion,

y

en las horas del

desfallecimiento

y

de la fatiga, aspira

el

viajero con

deleite inefable el perfume regenerador, difundido

en el aire, como si hadas invisibles de las cimas es·

tuviesen vaciando a escondidas todas las esencias

que su reina guarda en las grutas encantadas. Y

luego, cuando el largo crepusculo montafies empieza

a d ibujar sobre el cielo, con nubes de mil colores,

sus pa isajes prodigiosos,

y

la penumbra de las se–

rrania s cubre la planicie lejana, icon cuanta esplen–

didez

y

magnificencia abren las flores del aire sus

calices blancos

!

Diriase que un enjambre de

Vlr–

genes aladas apareda sabre las selvas inmensas,

desp legando toda la deslumbrante desnudez de sus

cue rpos de nieve.

Tesoro infinito de fantasias

y

de suefios reserva

aun p ara el amante de la montafia, cuando viene la

noche

y

las estrellas brotan sobre el

f

ondo obscuro,

como lampos de fuego arrojados al azar desde

el

abismo. A su debil claridad, la flor del aire, er–

guida entonces, arroga:ate

y

ap:iorosa sobre su ta–

llo, parece despedir reflejos

lumi~osos,

y encender

la tenue visl umbre a cuya vista acuden con levisi–

mo rumor miriadas de seres animados, seducidos

por la magia de su hermosura,

y

fonnando sµ ejer–

cito innumerable, esparcido por toda la comarca;

y

al amparo de la noche, vuelven de sus correrias

y

expediciones al llamado misterioso

de

la divina em–

peratriz,

la

cual, sentada sobre su trono de verde