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MIS MONTARAS

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vas. Cuando el pobre paisano p.udo llegar al cam–

pamento, mi padre le interrog6 impaciente,

y

el

campesino, todavia agitado

y

con visibles muestras

de terror en las facciones de bronce, no tuvo sino

pocas palabras reveladoras de una psicologia y crea–

doras de una leyenda.

-"Senor, llegue hasta

el

fin de

Ja

quebrada,

y

be visto a Yankee seguir corriendo al venado por

una cueva sin fondo, donde ardian arboles y pie–

dras,

y

brotaban llamaradas de azufre; el perro

y

cl venado seguian corriendo uno tras otro sin darse

caza,

y

los dos arrojando chorros de fuego por los

ojos, se perdieron en la gruta, pasando por medio

de las llamas. Oi unos ruidos extrafios, senti que

los cerros se estremedan,

y

unas voces desde el

fondo de la tierra me amenazaban,

y

he visto al

Diablo sentado en la puerta de la cueva; le mos–

tre la cruz de mi cuchillo, rece unas oraciones

y

di la vuelta; la mula huia espantada; no podia con–

tenerla; y vi que me seguian unos animates desco–

nocidos, arrojandome chispas, pero sin acercaf se–

me, porque lf¥; mostraba por encima

<lei

hombro la

sdial de

la

cruz. Solo cuando asom6 la mafiana de–

jaron de perseguirme los demonios. 1Era uno de

los diablos, senor, ese venado, que ha venido a lle–

var a los infiernos al pobre perro I... "

Cuando en su lenguaje rudo, pero sensiblemente

conmovido,

el

joven paisano concluy6 su relato, yo

no podia . mantenerme sereno, ni mis ojos dejaban

de clavarse con nerviosa impulsion en la obscuri–

dad, hacia donde se extendia la misteriosa

Que–

'"ada del Diablo,

tumba· del perro legendario de !a

estancia de mis padres,

y

objeto de intimos temo–

res

de parte de

las

gentes que transitan con los

ga-