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MIS

MONT.AB.AS

canas, porque son la inagotable corriente con la

cual ella enamora y adormece, satura

y

embriaga

de inmaculada poesia a la tierra

y

al

cielo.

La "flor del aire" no tiene hogar limitado; nace

sobre la roca escueta como sobre la corona rubia

del

card6n gigante,

lo

mismo que entre los espino–

sos follajes de los talas; su region es el espacio, su

alimento un soplo de savia

y

de. frescura comuni–

cado por las otras plantas,

0

por la rafaga men–

sajera; porque · ella no tiende a descender de la tie–

rra, sino a levantarse, a desvanecerse como sa per–

fume mismo en el eter sutil; porque es, antes que

una flor, un rayo de luz modelado en la forma, en

la forma de los lirios misticos, con tres petalos de

suavisimo

y

casi volitil tejido, con la blancura

y

el

aroma de la virginidad serafica; porque es el alma

de la tierra,

y

encarnada en tan delicioso cuerpo

vi –

ve

encima de ella, impregnandola de su aliento, que

es

gracia

y

amor. Pero no siempre se ostenta a hi

mirada

y

al tacto de la naturaleza, porque Ia bri s-'l

del otofio

y

el

f

rio del invierno convertirianla en

gota de agua y · en grano de nieve ; por eso cu'ando

eilos reinan sobre la comarca, se oculta dentro de

sus

verdes urnas, para reabrir Ios altos broches a

los

carinos de la primavera,

y

multiplicarse

y

brin–

darse a los hombres

y

a las aves, fecundada por

misterioso connubio con la luz radiante

y

encendida

del estio.

Si no fuese un alma y no tuviese vida extrate–

rrena, no podria vivir

mis

Iozana

y

rica de su

aroma cuando mas arde la tierra bajo los canden–

tes soles estivales. El .

f

uego que caldea la atm6s–

f

era, apenas la obliga a replegarse en si misma, para

ocultar adentro del cofrecillo de sus hojas la esen-