MIS MONTA1itAS
caballero a ponerse triste
y
pensativo, callaron en
su garganta los cantares y una sombra tenaz obs–
curecia sus ojos transparentes. Y una tarde,
fue
en la primavera, mientras encima de una roca con–
templaban el juego de las nubes alrededor ,del sol
poniente, oy6 el caballero misterioso una nota pe–
netrante, como de musica religiosa que brotase de
un templo aereo; sinti6 un magico fluido correr por
su sangre, y durante un breve suefio que nubl6 los
ojos de la amiga, convirti6se en un pajaro de pin–
tadas plumas, y emprendi6 el vuelo hacia donde
parecia surgir la musica extrafia. . . Despert6 la
virgen de su suefio, y viendose sola, pusose a llo–
rar desesperada, loca, delirante; Iuego corria hasta
el
horde de los precipicios, hasta las cimas desde
donde pudiese divisar horizontes remotos; llama–
ba, llamaba sin cesar, sin oir otra respuesta que la
del eco burl6n y cruel, que la engafiaba siempre,
repitiendole cien veces sus llamamientos quejum–
brosos e inutiles. Cuando habia pasado la noche, re–
corrido 1¥ cumbres, implorado a los astros
Y,
a los
vientos, se sinti6 desfallecer, apagarse su voz, y
cual si se evaporase su carne de rosa entre los
perfumes de la alborada, cay6 su cuerpo extenua–
do sobre un tapiz de flores rusticas. . .
y
de alli
surgi6 despues una avecilla blanca como la virgi–
nidad, y cefiia su cuello impalpable
~na
cinta ne–
gra,
como simbolo de una eterna despedida. I Ah !
desde entonces vaga y vaga por todas las comar–
cas, asentandose en los arboles a mirar hacia el
fondo de los llanos, sobre la flor de los empina–
dos
cardones que conman las ultimas rocas del ce–
rro,
y
asi vivira sin termino, llorando en secreto su
dolor,
hasta
que, convertida en rayo de luz, se des-