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JOAQUIN V. GONZALEZ

man sagrado ha de volver a

SU

duefia,

el

dia en

QUC

el

juramento se cumpla al pie de la imagen de la

Virgen, en el pueblo vecino, y cuando entre musi–

cas

y

cortejos nupciales, vayan a ocupar el nido de

las amores suspirados.

1

Cuantas veces he contem–

plado en esos albergues escondidos entre las altas

serr anias, escenas como aquella, digna del arpa del

"Cantar de los cantares", con todo su colorido bi–

biico, su intensidad salvaje

y

su mistico perfume!

Son en vano alli la ciencia de la vida

y

el refina–

miento de la aultura, que nos hacen percibir ante

todo y repudiar lo grotesco y lo prosaico; la na–

turaleza nos absorbe las facultades, nos transforma

los sentidos, nos disipa las nociones adquiridas, nos

embriaga y nos convierte en instrumentos d6ciles

de sus influencias y hechizos. Volvemos sin pen–

sarlo a la infancia, sintiendonos capaces de las pu–

:rezas y de ·1as temuras de nifios; vuelven, como

evocados ae SU.bito, los inocentes placeres de aque–

lla edad en la cual nos conmueve

una

t6rtola que

gime,

nos regocija una flor arrebatada a la corrien–

te,

y

nos dormimos para sofiar con los nidos, con

J..os cantos

y

con las visiones de la noche.

i

Oh,

vos–

otros, los sabios

y

los doctores, que buscais inquie–

tos los caminos de la dicha, entregad vuestros en–

fermos innumerables a la sagriada, a la augusta na–

turaleza; ella arranca las impurezas

y

las sombras

.de

la vida, despoja al espiritu de la ciencia que

lo conturba, lo purifica en el c;:ristal de los torren–

tes, lo corona de flores inmaculadas, le enseiia

a

seguir la ruta de las aves

y

a volar basta las cum–

bres, desde donde se ve a las misc::rias humanas des–

vanecerse, diltairse entre la densa bruma de

l o~

Hcmos

!