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MIS MONTARAS

dudas la mente y de heridas el coraz6n, he vuelto·

a la comarca montafiosa de aquellos tiempos de mis '

memorias felices, 1c6mo he bendecido la aparici6n

risuefia de esas £lores, de esos paisajes coloreados·

por sus tintas frescas, inalterables

y

siempre nue–

vas, con que los bordan y animan

!

l

Como hacer

sentir a los que lean estas paginas sin reflejos

y ·

sin perfume, toda la intensa emoci6n de mi espiri–

tu al aspirar otra vez, con la honda ansiedad ati–

zada por los recuerdos, aquella atm6sfera impreg–

nada de aromas, semejantes

a la

inocencia de la pri–

mera edad?

Todo un poema inenarrable de ventura, todo uni

paraiso sepultado para siempre, todo un cielo de

memorias dichosas, se iluminaban ante mis ojos, .

recobraban vida en mi cerebro, contornos visibles,

palabra, murmullos y cantos; veia cruzar, medio

envueltas en radiante neblina, las imagenes de los ·

seres amados, y todo el suave rumor de aquella vi–

da. Es que tienen las noches estivales, cuando se

abren las £lores y se aquietan los insectos, y los

pajaros,

y

los astros parecen como adormecidos por

un suefio amoroso, un poder invencible de evocar

cl

pasado,

el

porvenir y lo ignoto ; circulan por el

aire fluidos que trastornan la vision real, encien–

den de subito luces extrafias sabre escenarios de·

prodigios, y en el alma una sed voraz de ver troca–

do en certidumbre aquello que mas fulgor despide,

que mas lejos se halla en el tiempo, lo mas absur–

do y lo unico que nos haria dichosos; y suefia y

suefia siempre la imaginaci6n, hasta advertir que

es ahondar

el

dolor acercarse

a

la percepci6n de

la

felicidad. . .

·

Pero digamos ya nuestro adi6s a ra montafia ;.