MIS MONTAlilAS
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inarticulado
y
salvaje, que fuese como
el
estribor
de un clarin del empireo, evocador de mundos ex–
tintos, que llegase a sacudir las aristas esfumadas
de los volcane.s mas remotos y a sublevar las olas
de los mares invisibles.
Alegre
y
bulliciosa sigue la partida; los ecos mul–
tiplican en diversos tonos los ladrinos de los pe–
rros y los gritos y las risotadas de los peones, pues–
tos de buen humor por la perspectiva de la fiesta;
las mulas, contagiadas del general contento, relin–
chan tambien, y con las narices abiertas al aire ple–
no,
J~nzan
resoplidos formidables, como a media na–
e.he, cuando presienten al le6n en las proximidarles
del paraje .donde pastan, y cuando retozan sueltas
de su carga y servidumbre. Pero ya nos acercamos
al valle amplio
y
clilatado, donde los huanacos acos–
tumbran a congregarse a tomar el sol, a
revolcars~
y
desflorar la hierba naciente, siempre en grupos
capitaneados por el
relin.cho
de alto
y
redondo cue–
llo, el cual, al propio tiempo que gobierna la tro–
pilla, se encarga de vigilar los caminos y dar la pri–
mera sefial de alarma, apenas ha divisado
el
polvo
sutil que levantan las cabalgaduras, o ha percihido
con oido finisimo sus pasos cautelosos, mientra's des–
cienden las cuestas o marchan ocultas entre los ma-
torrales de las quebradas.
_
Cuando la entrada al valle se acerca, hay que
combinar el plan de ataque, porque las tropas de
huanacos, descuidada.s y en abandono, pacen o des–
cansan sabre las blandas arenas que las crecientes
dejaron aglomeradas, formando el tapiz mullido de
las vegas. Distribuyese las gentes segun el plan es–
trategico para cerrar las salidas a las agiles mana–
das, para evitar su fµga del drculo de cazadores,