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MIS MONTAlilAS

' 201

inarticulado

y

salvaje, que fuese como

el

estribor

de un clarin del empireo, evocador de mundos ex–

tintos, que llegase a sacudir las aristas esfumadas

de los volcane.s mas remotos y a sublevar las olas

de los mares invisibles.

Alegre

y

bulliciosa sigue la partida; los ecos mul–

tiplican en diversos tonos los ladrinos de los pe–

rros y los gritos y las risotadas de los peones, pues–

tos de buen humor por la perspectiva de la fiesta;

las mulas, contagiadas del general contento, relin–

chan tambien, y con las narices abiertas al aire ple–

no,

J~nzan

resoplidos formidables, como a media na–

e.he

, cuando presienten al le6n en las proximidarles

del paraje .donde pastan, y cuando retozan sueltas

de su carga y servidumbre. Pero ya nos acercamos

al valle amplio

y

clilatado, donde los huanacos acos–

tumbran a congregarse a tomar el sol, a

revolcars~

y

desflorar la hierba naciente, siempre en grupos

capitaneados por el

relin.cho

de alto

y

redondo cue–

llo, el cual, al propio tiempo que gobierna la tro–

pilla, se encarga de vigilar los caminos y dar la pri–

mera sefial de alarma, apenas ha divisado

el

polvo

sutil que levantan las cabalgaduras, o ha percihido

con oido finisimo sus pasos cautelosos, mientra's des–

cienden las cuestas o marchan ocultas entre los ma-

torrales de las quebradas.

_

Cuando la entrada al valle se acerca, hay que

combinar el plan de ataque, porque las tropas de

huanacos, descuidada.s y en abandono, pacen o des–

cansan sabre las blandas arenas que las crecientes

dejaron aglomeradas, formando el tapiz mullido de

las vegas. Distribuyese las gentes segun el plan es–

trategico para cerrar las salidas a las agiles mana–

das, para evitar su fµga del drculo de cazadores,