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UNA CACERIA
Debfam<>s en breve tiempo abandonar por mu–
chos aiios la tierra nativa, para
ir
al celebre cole–
gio de Monserrat a emprender nuestros estudios su–
periores; mi padre mantenia
el
secrete,
y
aquella
visita a las montafias, donde tenia la ha cienda he–
reditaria, era la de despedida. Nada nos dijo en–
tonces, por temor de entristecernos,
y
solo ponfa
todo su cuidado en hacernos gozar con hartura de
los espectaculos de la naturaleza
y
con las escenas
de la vida ca.mpestre, en las cuales tantas veces fui–
mos actores durante la infancia. Yo sorprendi su
conversaci6n con el capataz una noche, a la hora
en que todos dormian sabre sus camas de viaje ten–
didas en
el
suelo, dentro del patio del rancho de
pirca, limitado por un cerco de larg·as vigas ama–
rradas en doble hilera sobrc gruesos Lroncos, como
para resistir al empuje de los toros, cuando embis–
ten encolerizados o luchando entre sf.
"Estos pobres muchachos - decia mi padre, con
profunda melancolia -
i
quien sabe cuando volve–
ran a estos lugares en que han sido tan dichosos I
Yo me siento viejo,
y
una enfermedad incurable va
consumiendo mi vida : h asta tengo miedo de sepa–
rnrlos de mi, porque quiza n<> vuelva a verlos ...
Mariana, al salir
el
·sol, disponga la gente de la es--